Ciel sintió cómo su corazón latía al borde de estallar mientras la energía carmesí que emanaba de ella parecía devorar el aire a su alrededor. Cada paso del cazador hacía vibrar el suelo, como si su mera presencia deformara la realidad. Ian y Jordan estaban listos, tensos como guerreros antiguos, pero ella sabía que esta batalla era más que fuerza física: era sangre, destino y voluntad.
El cazador alzó los brazos, y de sus manos surgieron sombras densas que se retorcían en el aire como serpientes vivientes. Cada una se movía con inteligencia propia, buscando envolverlos y aplastarlos. Jordan reaccionó primero: un estallido de energía azulada saltó de sus manos, chocando contra las sombras y dispersándolas como humo bajo el viento. Chispas y fragmentos de luz volaron, cegando momentáneamente a algunos estudiantes que aún se asomaban desde lejos.
—¡Ciel! —gritó Ian, su voz cargada de urgencia—. ¡Concéntrate!
Ciel cerró los ojos un instante y sintió la furia recorrer cada célula. La marc