CAPÍTULO XXIX. ENFRENTAMIENTO
Gael
Después de enviar a Neil por las cosas que Anissa necesitaba, me dirigí directamente a la oficina de mi padre. Estaba furioso con toda la situación y era un verdadero infierno contenerme. Mi sangre hervía por la rabia que estaba sintiendo en aquel momento.
¿Cómo pudo haber sido tan maldito, para dejar a Anissa encerrada en los calabozos?
Al llegar a su puerta, ni siquiera me preocupé por tocar. Giré la manilla para abrirla y entré, entonces la cerré detrás de mí; con un portazo.
Desde su asiento, mi padre enderezó la espalda y me miró con apremio.
—Pero, ¡¿qué te pasa?! —profirió.
—No, ¡¿qué diablos te pasa a ti?! —espeté, caminando hasta estar frente a su escritorio—. ¡¿Por qué ordenaste que encerraran a Anissa?!
El rostro de mi padre se endureció, haciendo que los huesos