Capítulo 28

CAPÍTULO XXVIII. AYUDAR

Anissa

Había perdido la cuenta del tiempo que llevaba encerrada en aquel lugar, pues no había suficiente luz en él como para saber cuándo era de día y cuándo era de noche. Solo estaba consciente de que los aros de las cadenas lastimaban mi piel. Podía sentir cómo esta ardía por el roce, dificultando aún más mis movimientos.

También tenía el estómago hundido por el hambre. En todo aquel tiempo, solo me habían llevado tres piezas de pan duro y tres veces agua. La debilidad y el agotamiento arropaban mis huesos, tanto como lo hacía el dolor latente en mi pecho.

Las únicas veces en las que me retiraban las cadenas, era cuando necesitaba ir al baño. Un guardia sujetaba mis tobillos y mis muñecas a una cadena más l

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