Capítulo 27

CAPÍTULO XXVII. INSTINTOS INHUMANOS

Gael

Neil y yo partimos a caballo hacia la zona que la señorita nos indicó antes. Con lo lejos que se encontraba del Palacio, me sorprendió saber que Anissa cruzara todo aquel trecho para ir a trabajar todos los días. Era demasiado, sin mencionar todas las labores que tenía que hacer ahí, o lo peligroso que era para ella estar sola de noche por esos lugares.

Se exponía a demasiados peligros y eso, al mismo tiempo, aumentaba mi admiración por ella. Era muy valiente.

Sin embargo, eso no evitaba que me preocupara por ella, como en aquel momento. A una parte de mí le habría gustado sentir que todo eran exageraciones mías y que la encontraría en cualquier momento, con una de sus astutas sonrisas y sus ojos verdes brillando como lo hacía el sol aquell

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