Noticias inesperadas

—¿Acaso mi padre se enteró de lo nuestro?—Anna suspiró pesadamente, eso sería terrible para Vladimir.

—No fue así—aseguró él acariciandole un mechón de cabello a su acompañante, casi con ternura genuina. Sin embargo su rostro lucía preocupado.

— ¿Qué sucede entonces?—la voz de ella salió delicadamente de sus labios.

—Tu padre está metido en alianzas peligrosas, su sed de poder lo ha llevado al límite y temo que te arrastre con él cuanto todo esto fracase—soltó de golpe sus preocupaciones.

—¡No dudes de las capacidades de mi padre!—ella lo miró con ira, estaba ofendida por su comentario—. ¿Quieres traicionarlo es eso lo que buscar? Ahora lo entiendo todo—se levantó de golpe—Me usaste.

—¡No termines la frase! —le interrumpió rápidamente. —Yo te quiero Anna, la sujetó por los antebrazos obligándola a mirarlo.—Nunca te usaría, tú eres mi más dulce pecado, mi gran tentación, por lo quien sacrificaría todo lo que poseo, Anna Dobreva tú eres mi perdición.

—Yo te amo, Vladimir, pero no traicionare a mi padre por ti—la advirtió mirándolo a los ojos, aunque su voz era casi un susurro, su familia estaba primero y eso nunca cambiaría.

—Creo que tenemos compañía—respondió él con tono serio al descubrir al invasor

—Debes irte—la voz de Anna era dulce, pero firme y Vladimir entendió de inmediato, se fue sin despedirse, mientras ella limpiaba un par de lágrimas que escapaban por las comisuras de sus ojos; nunca pensó que el amor dolería tanto.

Ella se apresuró en salir del área, por miedo a que alguien la estuviera espiando, a veces su padre solía ser un tanto desconfiado y por eso la mandaba a vigilar con algunos algunos de los nuevos miembros de su mafia, aunque Vladimir era uno de sus hombres de confianza este no aceptaría la extraña cercanía que mantenía con su única hija.

— ¿Te sientes mejor?—el hombre se tropezó con Anna cuando ella intentaba bajar las escaleras a toda prisa. Una sonrisa traviesa estaba pintada en los labios de Dante como si estuviera a punto de descubrir una travesura.

—Estoy mejor—fingió una sonrisa—, si me disculpa, ahora debo volver a clases—se despidió Anna sin más y este se hizo a un lado para que pudiera pasar.

—Te puedo acompañar, si lo deseas—añadió el apuesto joven tras ella.

—Gracias por su ofrecimiento, pero estoy bien sola.

—Nos vemos luego, Anna—agregó el joven con una amplia sonrisa y ella asintió con la cabeza.

Era extraño lo que ese hombre provocaba dentro de ella, su presencia le descontrolaba, su piel ardía, como si un fuego intenso la consumiera por dentro. Era guapo, eso no lo podía negar, sin embargo lo que él la hacía experimental iba más allá de un simple deseo carnal, era como si el ocultara un secreto y su cuerpo clamara por descubrirlo.

El resto del día Anna anduvo vagando por sus recuerdos, había algo en Dante que le parecía peligroso y lleno de misterio, aun así su interés no era tanto como para llegar a investigarlo de manera exhaustiva, mordió la goma de su lápiz sin darse cuenta, estaba totalmente pérdida en sus ideas.

Necesitaba despejarse por eso decidió volver a su habitación, la cual compartía con un par de compañeras que estudiaban otras carreras diferentes a la de ella, se quitó los zapatos al entrar, procedió a atar su cabello en un moño alto y buscar un poco de ropa cómoda, tomó una ducha rápida, luego se puso un short gris con una camiseta blanca, estaba por revisar sus email, cuando su teléfono vibró desde la mesita.

—Hola padre! —contestó la rubia con efusividad.

—Mi dulce princesa—soltó él, su voz era áspera, pero sus palabras sonaban cariñosas.

—Te extrañé—suspiró la joven dejándose caer tendida sobre el sofá.

—Los negocios son lo primordial, princesa—le recordó el lema familiar.

—Lo sé—ella suspiró con pesar.

—Mi hermosa Anna, solo quería informarte que la familia de tu futuro prometido ha llegado al país y están organizando una cena especial para conocerte.

La noticia le cayó a Anna como un balde de agua fría, si la familia de su prometido quería conocerla eso significaba que pronto el compromiso se haría oficial, todos los ojos estarían sobre ella, midiendo su comportamiento y si fallaba todo se arruinaría, si esas personas descubrían su relación con Vladimir ambos podrían terminar como comida de peces.

—Estaré encantada de conocer a mis futuros suegros—Anna mintió descaradamente.

—Vladimir pasará a recogerte, el conoce todas las indicaciones para llevarte a salvo.

—Entiendo padre, lo esperaré con ansias—una parte de ella no mentía.

—Cuidate mi niña, y recuerda ponerte hermosa—dijo antes de colgar la llamada.

Faltaba poco para la tan esperada cena, no le daba miedo enfrentarse a su futuros suegros, ni a un prometido que solo sería un simple escalón en los negocios de su padre, era lo debía hacer, crecer dentro de la mafia te endurecía el corazón, bien decían que la familia Dobrev no poseía corazón, pues para lograr sus propósitos debían sacrificar sus sentimientos y ella estaba dispuesta a hacerlo.

Anna no quería darles demasiadas vueltas al asunto, o de lo contrario terminaría por mandarlo todo al demonio, la única razón por la que había aceptado ese absurdo compromiso era por su padre, él era su eje, la razón de su lucha y ella estaba dispuesta a sacrificarlo todo por él, incluso su propia felicidad.

Una vez en su habitación, se recostó sobre la suave cama y se cubrió con un edredón púrpura, era lo único que conservaba de su madre, pues este le había pertenecido a la mujer en vida, y durante una visita Anna a Rusia lo encontró, decidiéndose así a hacerlo suyo para siempre.

—Buenos días—Vladimir la despertó con un beso en la comisura de sus labios.

—No son para nada buenos—espetó Anna sin alegría. Él la besó con pasión, permitiéndose una cercanía extrema con la joven, no tardo mucho en quedar sobre ella.

—¿Me amas?—agregó Anna, él la miró sonriente, apretándola contra su pecho fornido. Ellos tenían una complicada, aunque larga historia.

—Te deseo—confesó besando nuevamente sus labios. Anna aprovechó para deslizar sus dedos por los brazos cálidos que la aprisionaban.

—Tomame ya—susurró Anna contra su boca, deslizando un camino de besos por su pecho. Vladimir la tomó por la cintura, acomodándola sobre su virilidad. Ella sonrió de medio lado, balanceándose sobre él.

—No me tientes—Vladimir lamió su oreja—, o seré capaz de robarme a la novia y al único lugar que llegarás será a mi cama, de la que nunca te dejaré escapar—lamió su cuello haciéndola estremecer. En el fondo Anna deseaba que sus palabras fueran verdad, que él se la robara.

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