Conociendo a mi prometido

—No es correcto que hagas esos comentarios—le cortó empujándolo para levantarse de la cama. —Voy a tomar una ducha rápida—dijo sin mirarlo—no deseaba continuar con esa conversación y alimentar unas esperanzas que ya estaban pérdidas.

Vladimir no dijo palabra alguna y ella se encerró en el baño, el agua helada le dio la bienvenida a su piel pálida, azotándole por doquier, necesitaba aclarar sus ideas o de lo contrario arruinaría todo por seguir una pasión que no tenía futuro, él no la amaba y aunque le doliera admitirlo esa era la única verdad. Se envolvió en una amplia toalla, dispuesta a dar lo mejor de si para complacer a sus futuros suegros.

—Me parece que estás demasiado relajado—soltó Anna con cara de pocos amigos, estaba dispuesta a guardar las distancias de ahora en adelante.

—Si te unieras sería mejor—propuso Vladimir con una sonrisa seductora.

—Paso—soltó sin miramientos, dirigiéndose al vestir.

—Sé que lo deseas tanto como yo—Vladimir susurraba a su oído, Anna trató de evitarlo, pero este la inmovilizó, ahora la tenía contra una de las paredes y solo el pequeño nudo de la toalla cubría su desnudes. La toalla cayó al piso y el la admiró de pies a cabeza—. Eres hermosa—murmuró acariciándole la espalda.

—Siempre lo he sido, solo que tú nunca lo has notado—se burló de sus palabra haciéndolo a un lado para escoger una prenda adecuada para la ocasión, sabía que él la miraba, sin embargo no podía frenarse por eso. El pudor lo había dejado atrás y ahora su corazón había sido forjado con hierro y fuego.

Luego de un par de minutos escogió un vestido azúl claro con perdería en la falda, que semejaba la cascada de un río, en la parte delantera no llevaba escote, pero la parte posterior dejaba ver gran parte de su espalda, escogió un moño semi recogido y optó por ondular la parte baja de su cabello, el maquillaje fue sencillo y un labial rosado pintó sus bonitos labios, Anna lucía hermosa, como la princesa de un cuento de hadas, aunque ella estaba lejos de ser como ellas.

Vladimir le ofreció su brazo y ella lo aceptó, eran negocios, en ese momento no se guiaba por el placer, por eso caminaría firme y desempeñaría su papel lo mejor posible, se sorprendió al notar que no viajarían en el habitual auto blindado, pues Vladimir la dirigió a un hermoso convertible rojo. Miró a Vladimir en busca de respuestas.

—La familia Riverwoods es un poco exigente en sus gustos—soltó el joven sin animos, hablar de esos le desagradaba.

—Riverwoods—repitió Anna como si estuviera hipnotizada—, es un apellido poco común—se atrevió a decir, aunque algo en ese apellido le atraía y no sabía por que.

—Son seres raros, tu padre ni siquiera debió tenerlos en la lista de pretendientes —dijo Vladimir sin mirarla pues no quería continuar la conversación.

—Debo asumir que no son de tu agrado—Anna puso algo de música para amenizar el ambiente.

—Tu padre pudo escoger a otros, tiene cientos de socios y tuvo que escoger a esos—Vladimir golpeó el volante con rabia, sorprendiendo a la joven.

—No pueden ser tan malos, Vlad—Anna se apartó un mechón de cabello que le tapaba la vista y le sonrió a su acompañante.

—Es peor de lo que puedas imaginar, esos—se detuvo antes de continuar—,bueno esa familia no es igual a nosotros y juro por Dios que si ese bastardo te daña, lo mandaré al mismísimo infierno.

Anna no se atrevió a hablar nuevamente sobre el tema, ella confiaba en su padre y sabía que a pesar de todo el nunca la entregaría a un psicópata, seguro Vladimir tenía un resentimiento sin sentido hacía esa familia. Ella sabía que podía soportar ese matrimonio arreglado, había enfrentado cosas peores que un sí, acepto.

—Anna Riverwoods—suena bonito, suspiró mirando por la ventanilla del automóvil, le sorprendió notar que se alejaban demasiado de la ciudad y comenzaban a internarse en el bosque—, ¿acaso has decidido secuestrarme?—habló sin pensar, pues la zona a la que se dirigían le desconcertó.

—Ojalá fuera eso, mi Anna —Vladimir nuevamente no la miró—, tus suegros son un poco extraños y por así decirlo excéntricos, tienen una mansión en el corazón del bosque, alejados de la civilización.

—No me digas que padre me comprometió con unos lunáticos religiosos—Anna comenzaba a preocuparse y se removió incómoda en su asiento.

—Lunaticos sin duda—esta vez se dedicó a mirarla con pesar—, aunque religiosos lo dudo—volvió a enfocar su mirada en el camino.

—Tengo miedo—Anna confesó tristemente.

—No lo hagas—Vladimir tocó su mano para darle apoyo.—No debes temerles, Anna—ella asintió—, no conozco a tu prometido, sin embargo su familia tiene costumbres extrañas. No puedo contarte, si lo hago lo sabrán, si tu prometido es una buena persona te lo contará todo él mismo.

—¿Te puedo hacer una última pregunta?—él asintió en respuesta—, padre me comprometió con un anciano, ¿verdad?—ese era uno de los peores miedos de Anna, arruinar su juventud al lado de un vejete que pudiera ser su abuelo.

—Hasta donde sé el menor de los Riverwoods es más joven que yo—soltó Vladimir entre risas.

—Eso es un alivio—ella dio un suspiro.

—Hay cosas peores que casarse con un viejo, mi dulce Anna—diciendo esto se estacionó ante una enorme mansión, cuyas paredes estaban pintadas de marfil, los árboles alrededor tenían forma de lobos, debido a un cuidado excesivo de sus propietarios.

La música amena provenía de adentro, Anna pensó que Vladimir le ofrecería su brazo para entrar, sin embargo no lo hizo, ella respiró pesadamente y cuando se disponía a subir las escalinatas que daban a la entrada, alguien llamó su atención.

—¿Me permite acompañarla, señorita Dobreva?—el joven de tez bronceada, ojos azules y traje negro le ofrecía su brazo y ella accedió.

—Es usted muy amable, sin embargo creo que no nos conocemos aun—dijo Anna mientras entraban a la gran mansión, el salón estaba lleno de invitados.

—Lamento mi indiscreción—le dijo con una sonrisa, apartando el mechón de cabello oscuro que tapaba su visión.—Mi nombre es Darius Riverwoods.

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