Belén tenía la cabeza sofocada de tantos pensamientos.
Luego de estar parada en el jardín durante varios minutos, logró llegar a una conclusión antes de regresar a la sala de emergencia. Cuando llegó a la entrada, vio a Alicia llorando en los brazos de Santiago, corrió hacia ellos y preguntó:
—Padre, ¿qué le sucedió a la tía Alicia?
Tampoco sabía lo que sucedía, por lo que bajó la cabeza y dijo:
—Deja de llorar, ¿qué sucedió?
Alicia señaló al doctor y a la enfermera que estaban parados cerca mientras decía entre sollozos:
—¡Abusó de mí!
Eran gritos tan fuertes que casi todas las personas en la sala de emergencia la escucharon, por lo que se voltearon a verla, sorprendidos, y miraron con desdén al doctor que señalaba. Muchas personas se acercaron y comenzaron a regañarlo:
—Es una paciente. ¿Cómo puede ser tan repugnante? ¿Se te olvidó tu código de ética?
—No merece ser doctor. Señorita, llamé a la policía, no podemos tolerar esa clase de personas. Tenemos que castigarlo.
—