Durante el verano, el cielo Ya brillaba a las cuatro de la mañana, a pesar de que el sol no había salido. Había pasado ocho días desde el fallecimiento de Ana, Santiago se encontraba en el patio trasero mientras quemaba Ofrenda para su hija, al mismo tiempo que murmuraba:
 —Ana, vine a quemar unas ofrendas para ti, ahora puedes descansar en paz. Por favor, protege a nuestra familia cuando estés en el cielo. Ayúdame a ganar, y asegúrate de que Belén y Daniel tengan un matrimonio pacífico.
 En cuanto a tu madre, le pediré a alguien que la traiga para que te dé su último adiós.
 En ese momento, Antonio se acercó.
 —Señor García, el desayuno está listo. El auto para ir al crematorio estará aquí en media hora. Debería comer algo.
 —De acuerdo. —Él asintió y le preguntó—: ¿La señora García ya casi llega?
 —Pronto debería estar aquí.
 En el instante en que el mayordomo respondió, la sirvienta fue corriendo para informarle:
 —Señor, la señora García está aquí.
 Antes de que pudiera responder