Capítulo 5

Su alarma sonó estrepitosamente, haciéndola sobresaltar en su cama y darse cuenta de que había dormido con la caja de pizza encima de ella. Algo perdida buscó su teléfono entre los edredones para apagar el incesante sonido que le indicaba que habían dado las seis treinta.

Se sentó en el borde de su cama mientras miraba un punto fijo, replanteándose su completa existencia. Definitivamente no se consideraba una persona amante de las mañanas.

Sacando fuerzas de donde no tenía se levantó y se dio una ducha, para luego secar y peinar su cabello en una coleta alta y prolija. Ni un cabello podía mostrarse desalineado. Suerte que tenían los fijadores de Hennessy que hacían un buen trabajo con eso.

Buscó en el clóset de su hermana algo acorde, encontrando un conjunto color azul marino de falda lápiz y un pequeño saco ajustable a su cintura.

Sus medidas eran un poco más voluptuosas que las de Vanessa, haciendo el trabajo aún más tedioso y difícil de lo que ya estaba siendo. Ya estrujada dentro del traje, tomó lo necesario bajo las indicaciones de su hermana mayor y salió en un taxi hacia la empresa.

Si bien le había pasado la dirección exacta del trabajo, no había mencionado nunca el nombre del empresario para el que trabajaría, lo cuál le incomodaba un poco, pues no sabía siquiera a quien dirigirse.

Cuando el coche frenó frente al gran edificio, supo el por qué su hermana no quería perder aquella oportunidad.

_¿Trabajas para el señor Cortéz, no?

Preguntó el taxista, bajandose para abrirle la puerta.

El apellido le tomó por sorpresa.

_Oh...uhm...no tengo mucha idea realmente. Es mi primer día.-Respondió ella sonriendo.

_Bueno, mucha suerte entonces. Me han dicho que es buena persona pero tiene un carácter un tanto...-El taxista decidió terminar su oración con una mueca, dejando a libre expresión su palabra.

Su gesto no tranquilizó en absoluto a la joven, que intentó seguir sonriendo a pesar de ello.

Caminó hasta la entrada del gran edificio mientras sentía como la falda lápiz presionaba sus piernas incómodamente, y sus zapatos le dolían al ser un talle erróneo al suyo.

Guardándose todos sus comentarios y maldiciones al respecto llegó al vestíbulo bajo la mirada de varios hombres de traje que no reparaban en mirarle descaradamente.

El lugar era realmente vistoso. Techos altos, candelabros, mármol y cristales. Se podía oler el lujo desde lejos, y Alanna parecía embriagada ante esta sensación.

Caminó hasta la recepción en dónde una mujer rubia le recibió con una sonrisa.

_Tú debes ser Vanessa. Soy Sharon, mucho gusto conocerte.

Alanna asintió con su cabeza.

_Mucho gusto, Sharon.

Ambas caminaron hasta el ascensor, en dónde ella marcó el piso 21. Mientras tanto, se giró nuevamente hacia ella para darle sus indicaciones.

_Puede que estés nerviosa, pero tranquila, no tienes por qué estarlo. Hoy no esperamos que el señor Cortéz esté presente. Ayer nos dejó indicaciones de que tendría una cita en la noche y no sabía cuándo volvería a su hogar, por lo que pidió que sólo le dejáramos lo que debe firmar y se acercará cuando le sea posible.

Alanna se atragantó con su saliva.

_¿Cómo has dicho?

_Ya sabes como son los empresarios, siempre con una chica nueva.-Soltó la rubia en forma de broma.- Espero que al menos esta lo mantenga feliz.

_¿Feliz?

Ambas salieron del ascensor, caminando por un largo pasillo a través de cubículos de oficina.

_Ya sabes, a veces Thomas puede ser un tanto...temperamental. Sólo baja tu cabeza y dile sí a lo que te diga.

Su cabeza aún procesaba que Vanessa estaba trabajando para el mismo empresario que la había buscado aquella noche.

Su estómago se cayó al suelo al darse cuenta que existía, en cierto punto, la posibilidad de que le reconociera incluso a pesar de llevar antifaz.

_Esta es su oficina, aquí estarás la mayor parte del tiempo. Debes contestar sus llamadas y enviar a recepción los papeles que te indicaré. No creo que debas hacer más que eso por hoy.

_¿Puedo...preguntar que le ocurrió a la última secretaria?

La rubia soltó una sonrisa con sorna.

_Pensó que era posible tener un futuro con él. Lo sé, qué ilusa. ¿Verdad? No cometas el mismo error.

Antes de que pudiese responder algo, la mujer cerró la puerta en su cara, dejándola sola en la gran oficina con vista a toda la ciudad. Tenía un sofá de terciopelo negro y una mesa de escritorio llena de papeles. Una de las paredes se decoraba con una biblioteca empotrada y el olor a café recién molido de la cafetera inundaba parte del lugar.

Como si hubiese leído sus pensamientos, aquella rubia volvió a ingresar a la oficina dejando unos papeles sobre el escritorio, no sin antes señalar la maquina con su barbilla.

_Puedes servirte todo el café que gustes.

_¡Oh! Eso es...

_Mientras él no esté mirando.

Alanna se quedó en silencio unos segundos, sorprendida ante la respuesta.

_Entiendo...-soltó por lo bajo.

La rubia posó unos papeles suavemente sobre el pecho de Alanna, quien los sostuvo mirándola extrañada.

_Necesito que hagas dos copias de cada uno de estos documentos. Entrégamelos en mesa de entrada apenas los termines. Cualquier consulta que tengas estoy a disposición, ¿De acuerdo?

A pesar de que sonaba un tanto condescendiente, no se veía como una mala persona. Y su última sonrisa le inspiró a la joven Alanna un poco más de confianza entre un ambiente tan poco conocido para ella.

Asintiendo, le devolvió la sonrisa.

_De acuerdo, te lo agradezco.

La rubia se dió la vuelta, chistando su lengua.

_Suerte. La necesitarás.-

Dicho esto, desapareció oficialmente de la oficina dejando un gran silencio.

Alanna se tomó unos segundos para asimilar el ambiente, y luego de un levantamiento de cejas, decidió ir por un café.

Caminó hasta la máquina, presionando uno de los botones digitales en ella. Rápidamente posó una de las tazas que yacían a su lado y al cabo de unos segundos observó el oscuro líquido caer recien preparado.

Mientras esperaba a que su taza se llenara, recogió los papeles del escritorio.

La mayoría eran planillas repletas de números y datos que siquiera era capaz de entender, por lo que luego de fruncir su ceño caminó fuera de la oficina para meter los papeles a la fotocopiadora. No podía evitar sentir la mirada intensa de los presentes, tanto varones y mujeres, quienes la escaneaban de arriba abajo sin piedad.

Alanna respiró hondo y decidió enfocarse en la insignificante tarea que le habían otorgado, aunque parecía que esa mañana la suerte no se encontraba de su lado.

Lejos de hacer sus copias, la máquina comenzó a hacer sonidos extraños. Sin entender mucho que ocurría, decidió investigar por el problema.

Su frustración crecía con los segundos que escuchaba las risas y cuchicheos a sus espaldas. Todos la estaban observando. Debido a su poca altura tuvo que ponerse en puntas de pie para intentar ver el reverso de la máquina, en caso de que algo se hubiese atascado ahí.

_¿Precisas ayuda?

Una voz masculina se hizo presente, y a pesar de que no había llegado a tocarla sintió su presencia de pie detrás de ella. Imaginando que era algún imbécil con ganas de gastarle la paciencia, decidió responder con su peor carácter.

_¿Y a ti que te parece?

Soltó con agresividad, rodando sus ojos y sin haberse siquiera girado a mirar.

_Parece ser que el tóner se ha quedado sin tinta.

_Bueno, si tanto parece que sabes del tema por qué no...-

Ella se giró, a punto de confrontar al tal gracioso. Sin embargo, al chocar su cuerpo contra el pecho de aquel masculino se tragó todo su mal genio hasta el fondo de su garganta.

Esa colonia, aquellos ojos...oh, ella si estaba metida en una grande ahora mismo.

Él parecía aún esperar con sus cejas levantadas a que ella terminara la oración, aunque eso no sería posible, pues se habia quedado estática frente a él.

_Thomas...-Salió casi como susurro de su boca, aún mirandolo como si hubiese visto un fantasma.

_¿Acaso nos conocemos de algún lado?

Preguntó él, extrañado ante la forma tan casual de llamarle.

Alanna pareció caer en cuenta de su comportamiento inconsciente y sacudió su cabeza.

_¡No! No...-Sonrió nerviosa, aclarando su garganta.-...Sólo quería...asegurarme de que usted fuese el señor Thomas...

Había sido la excusa peor hecha del mundo. Era pésima para idear mentiras improvisadas. No obstante, el no parecía haberse molestado con ello.

_Bueno, estás en lo correcto. Ahora, si me lo permites...

Dicho esto cruzo una de sus manos hacia la máquina,sacando de ella un tubo negro, al cuál se había referido desde un principio.

_Pásame un tóner nuevo. Están en aquella caja. Sólo ten cuidado porque al ser nuevos y estar llenos pueden...-

Alanna corrió hacia el lugar indicado, levantando de forma brusca uno de los tubos y manchando su camisa blanca con ello.-...mancharte.

Él torció una mueca en su rostro al ver la mancha. Respirando hondo, la joven le extendió el tubo mientras veía la gran mancha de tinta negra empeorarse sobre su pecho.

A esa altura del partido, la rubia habia hecho su aparición mientras sus ojos transmitían terror puro a pesar de su forzosa sonrisa corporativa que se le dibujaba de oreja a oreja.

_¡Señor Cortéz! ¡Que sorpresa tenerle por aquí tan temprano!

_Pues aquí me tienes.-mencionó terminando de instalar el tóner.

La rubia dirigió su mirada hacia Alanna, viendo aquella mancha en su pecho con terror y ganas de asesinarle.

_Veo que ya has tenido el placer de conocer a la nueva secretaria...

_¿Ella es mi secretaria?

_¿Soy su secretaria?

Soltaron ambos al unísono.

La recepcionista dirigió su mirada a ambos con pánico en sus ojos ante las preguntas en simultáneo. Sin embargo, no borró la sonrisa de su rostro en ningún momento.

_Sí. Es nuestra mejor calificada para el puesto señor.

Él le dedicó una mirada rápida, volviéndose a la rubia.

_Si ella es la mejor calificada...

Alanna no se quedó atrás, levantando sus cejas.

_¿Disculpa?

El empresario suspiró estresado y le entregó a la rubia el tóner vacío de la impresora.

_Arregla este desastre Sharon. Iré a tomarme un café.

Thomas se dirigió hacia su oficina sin más, mientras Alanna se encontraba perdida acerca de como proceder.

La rubia dió un paso hacia ella, observándola con furia en sus ojos.

_Será mejor que arregles esto antes de que me arrepienta completamente de haberte dado el puesto.

Alanna asintió aterrorizada y caminó a paso veloz detras del empresario. En cuánto ambos habían ingresado a la oficina, el aroma a café inundó las fosas nasales de ambos, y de hecho, inundaba fuertemente todo el lugar.

_¿Pero qué demonios...?

Alanna abrió sus ojos de gran manera al recordar que habia dejado sirviéndose la taza de café.

Oh, definitivamente ese no era su día.

Thomas caminó hasta la máquina, en la que en efecto se habia derramado una gran cantidad de café, sobrepasando el límite de la pequeña taza que yacía desbordante sobre la plataforma de la cafetera. Había café sobre todas partes; desde su mueble, hasta en el piso formando un pequeño charco.

La joven caminó hasta la escena de tal crimen, lentamente. Él se giró hacia ella, levantando sus cejas.

_Asumo que esto también ha sido tu culpa.

Ella intentó formar una sonrisa inocente.

_Quizás he querido prepararle una taza de café para cuando llegase.

_¿Eso explica porque está esparcido por todos lados?

_Se me ha olvidado apagar la máquina mientras iba por las copias de los documentos. Lo siento.

Él suspiró frustrado, chasqueando su lengua. Estaba molesto. Y Alanna no tenía idea de dónde esconderse.

_No sé que arreglos tenga Sharon contigo pero creo que en definitiva no estás capacitada para este puesto. Firmaré para que rescindas y te pagaré el sueldo mensual cuando acabe la semana.

Alanna sintio el verdadero terror recorrer su cuerpo. No podía permitir que la echara en su primer día, sobre todo ante toda la confianza que su hermana mayor había puesto en ella en este trabajo. Necesitaba demostrar que podía con ello.

Lo vio caminar hasta la puerta completamente decidido, pero rápidamente se interpuso en su camino.

_¡Por favor! No lo hagas. Te puedo demostrar que soy capaz de esto.

_Llevas dos horas aquí y te has manchado de tinta y cubierto un mueble de miles de dólares en café. ¿Estás hablando en serio?

Ella apoyó sus manos sobre el torso del empresario, dándole los ojos más suplicantes que su mirada color miel le permitían.

_Por favor...-soltó en un tono mas lento y bajo.- Prometo que aprenderé rápido, si es que estás dispuesto a enseñarme.

Al conectar con su mirada, Thomas sintio una extraña sensación recorrer su cuerpo. Lo había tomado completamente desprevenido.

Las manos de ella aún posaban sobre su abdomen, más era el detalle que menos parecía importarle de la situación. Había sido aquellas palabras arrastrándose por sus labios, y el doble sentido que inevitablemente le dio. Había despertado una sensación eléctrica en su cuerpo que adentraba pensamientos dentro suyo que no eran muy convenientes de compartir.

Luego de unos segundos en los que ambos parecían mirarse intensamente, el soltó el aire por su nariz.

_Ponte un abrigo.

Ella frunció el ceño.

_¿Cómo?

_Saldremos a desayunar y te compraré una camisa nueva. Tira esa blusa en la basura.

Mencionó señalando con su mentón la gran mancha azul en el pecho de la joven.

_Oh.

_Te aguardaré en el vestíbulo. No tardes.-demandó, saliendo por la puerta.

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