Eran los empleados del hotel, usaron su tarjeta para acceder y verificar lo que estaba ocurriendo. Nos encontraron a los dos acurrucados, echados en el suelo. Oculté mi rostro en su pecho mientras nos interrogaban.
“Estamos bien, solo fue una discusión”.
Era lo que repetía Austin constantemente. Ellos intentaban hablar conmigo, pero me rehusé abrir la boca, principalmente porque estaba haciendo un esfuerzo para contener las lágrimas.
Tras varios intentos fallidos de comunicarse y conseguir una respuesta más detallada de lo ocurrido, se fueron y nos dejaron a solas.
―Trajeron tu comida. ¿Quieres comer?
Con el rostro aún enterrado en su pecho, me negué.
No sé por cuanto tiempo estuvimos así, pero me encontraba extremadamente cansada. Me ayudó a ponerme de pie y me metió a la cama. Se d