Mi humor se había desvanecido. Sé que Austin no me encontraba responsable de todo lo que había pasado tiempo atrás y al día de hoy ha tenido una paciencia extraordinaria conmigo pese a que es notorio que en su corazón quiere que yo recuerde aquellos momentos tan bello que nos llevó a enamorarnos.
Una variedad de anillos con joyas preciosas y reluciente fue presentada frente a nosotros. Austin hizo que me probara cada una de ellas y yo no opuse resistencia. No era problema para mí, pero por más que me enseñaran diamantes y rubíes, no era capaz de sentirme satisfecha. Además, de que mi mente estaba dispersa en la habitación, intentando recordar al menos el color de las paredes.
―Este te queda hermoso, ¿no crees?
Austin acariciaba mis dedos, con delicadeza.
―Sí… está hermoso.
Me mira