Capítulo sesenta y cuatro: Pesadilla hecha realidad.
La historia se repetía. La cabeza me daba vueltas y una vez más mi rostro estaba adormecido, mis ojos ardían y mi nariz aún podía olfatear ese olor tan familiar.
Nunca me acostumbraría a ese líquido.
Mis extremidades fueron despertando y me levanté. Observé el lugar y estaba en el mismo almacén, sola. Williams ya no se encontraba por ningún lado, ni mi prueba de embarazo. Pero había una diferencia significativa, el portón estaba abierto.
―¿Hola? ¿Williams? ―Esta vez sí estaba muy interesada en verlo, él tenía a Austin. No podía dejarlo marcharse.
Ignoré el portón abierto y fui por la salida de emergencia, por el mismo lugar por el que había aparecido Williams. Al salir, todo era tierra infértil y abandonada. No se veía nada más que la fábrica por la que había salido. No había casas, negocios, personas; ni siquiera pájaros. Este era el lugar perfecto para cometer un crimen, nadie escucharía las llamadas de auxilio. Había una escalera en el exterior del almacén que llevaba al