Capítulo cuarenta y seis: Hombre controlador.
El cielo seguía oscuro y el clima estaba cien veces más frío, lo que reafirmaba que era de madrugada.
―Llévanos a la Casa Madre ―Le pidió Austin al chófer.
―¿Qué? ¡No! Yo quiero ir a mi casa a dormir.
―Vas a dormir en mi casa hasta que te recuperes ―demandó―. No puedes estar sola si vas a estar sufriendo ataques.
―¡No fue un ataque! Solo un dolor repentino que se va tan rápido como llega. ¿Qué importa si estás conmigo o no? No es como si pudieras hacer algo si estás acompañándome. Los doctores no pueden, tú menos. Solo tengo que esperar que se me pase.
El auto arrancó.
―Lléveme a mi casa ―terminé de decir.
―No, sigue la ruta ―Le exigió Austin.
―¡Que me lleve a mi casa o detenga el coche!
―¡Sigue conduciendo! ―ordenó.
Vi el momento exacto en que la cordura del chófer se quebró. Detuvo el coche de golpe y soltó un gruñido desesperado y frustrante.
Salió del coche azotando la puerta y se alejó unos metros de nosotros, hasta que ya no pudimos oír sus gritos. Nos quedamos ob