Capítulo cuarenta y cuatro: Dolorosos recuerdos.
Abrí los ojos y me costó distinguir lo que era real y lo que no. Se sintió tan vivido, mi corazón, las emociones, el miedo de ser encontrada. El miedo a mi… a mi padre. ¿Yo le tenía miedo?
Mantuve mis manos en alto, detallándolas. Eran las mismas manos que sostenían la maleta, las mismas que sostenían el celular con el que hablé con mi amiga.
No entendía lo que pasaba, lo que mi mente reprodujo como una cinta de vídeo rayada. ¿Esto era parte de aquello que olvidé? Pero, ¿como hice para olvidar tantos momentos?
Intenté acomodar mis ideas.
Uno: estaba en uno de los hoteles de la familia de Austin.
Dos: estaba huyendo de mi padre.
Tres: le tenía un miedo mortal a mi padre.
Cuatro: Austin decía la verdad. Si nos conocíamos.
Pero, ¿por qué estaba huyendo de mi padre? ¿Qué me hizo escapar del país?
Las imágenes volvieron adueñarse de mi mente. Pero, esta vez era diferente. No era un sueño, era como si estuviera invadiendo mi cerebro, abriéndose paso entre mis recuerdos e insertán