Estaba en mi habitación, y no me refiero a la habitación de Austin, sino a la de la casa de mi padre. Usaba un vestido color crema, uno que recordaba muy bien.
Tocaron la puerta y no me dieron tiempo a responder, la persona pasó. Cabello rubio ondulado, piel tostada, un ramo de flores blancas en sus manos. Williams. Un Williams más joven y carismático.
―Gracias por aceptar nuestro compromiso ―Sus ojos irradiaban felicidad, amor―. Prometo cuidarte y protegerte, darte tu lugar como mi esposa. Jamás te faltará nada y te lo daré todo. Te prometo que serás feliz.
Me ofreció las flores y yo las tomé.
Todo era tal y como lo recordaba. Pero se sentía tan raro, como si fuera una simulación. Ya que esta fue la única vez que Williams me dedicó esos ojos tan dulces y cálidos. Como si fuese una fantasía.