—El bebé ya no está. Alejandro, nunca fuiste un esposo decente ni por un solo día, y menos un buen padre.
Alejandro quedó petrificado, como si le hubieran dado un golpe devastador.
En ese preciso momento, su asistente irrumpió en la habitación con suma urgencia.
—Señor Rivera, tenemos un problema serio. Todo el mundo está diciendo que abandonó a su esposa y la dejó morir, ya no podemos controlar lo que dice la gente.
Los ojos de Alejandro se endurecieron enseguida y empezó a reclamar.
—¡¿Por qué no me dijiste nada antes?! ¡Y sobre el terremoto, por qué no me avisaste enseguida!
Asustado, el asistente tragó saliva, con cara de resignación.
—La señorita Mendoza nos ordenó que mientras usted estuviera a solas con ella, aunque se acabara el mundo, no lo molestáramos. También nos amenazó con despedirnos y vetarnos de cualquier trabajo si la contradecíamos.
El rostro de Alejandro se fue endureciendo mientras revisaba las noticias.
Sus acciones ya eran tema viral en todas las redes.
Había ins