Capítulo 29
Thiago cerró la puerta de su habitación con un golpe seco. Apenas se quitó el saco y caminó directo hacia la terraza privada de su habitación. Subió sin detenerse, como si huir de la opulenta calma del interior de aquel cuarto fuera la única forma de respirar.
París ardía bajo el cielo nocturno, dorada y viva como una amante que se burla del corazón que rompió. Sin embargo, en su interior no había más que una mezcla peligrosa de hielo en la sangre y fuego en el alma.
Thiago apoyó las manos sobre la baranda de hierro forjado y clavó la mirada en las luces lejanas. Desde allí se podían ver las sombras de la ciudad, los destellos suaves que se arrastraban como susurros por las calles he igual que los recuerdos de Sofía que se le arrastraban por dentro. Su aroma aún le invadía el cuerpo como una maldición, suave y dulce, pero lo suficientemente potente como para erizarle la piel. Cada vez que cerraba los ojos, la escena de la galería volvía a él con la precisión cruel de una