Era un estúpido anillo que brillaba más que su sonrisa. Uno que odió a lo largo de su vida y que carecía de importancia tanto para él como para ella.
Ese del que juró no volver a colocarse y del que olvidó y borró de su memoria.
Pero ahora, todo era diferente.
—Es… es un estúpido anillo —Ana dijo como si le hubiese leído la mente mientras él ensanchó la sonrisa, y otra lágrima corrió por su mejilla.
Cuanto odiaba llorar.
—Xavier… no, ni siquiera puedo creer que sueltes una sola lágrima.
Él negó alzando la palma.
—Si le dices esto a alguien… te juro…
Ana tapó su boca riendo como una desquiciada. La verdad es que ahora su cuerpo temblaba de puro nerviosismo, emoción y algo que nunca había sentido jamás.
—Yo…