Capítulo 8
Limpié mis tacones en el paño de suelo. Hice la señal de la cruz y entré a la casa de mi madre. Sentí nuevamente el aire, acogerme como cuando era niño. El olor a madera mezclada con el suelo húmedo de lluvia me recuerda al pastel de maíz con café con leche. Al mismo tiempo que esos sentimientos buenos invaden, el temor de su estado de salud, me asusta. Cierro los ojos pidiendo fuerzas a los cielos. Llenando el pecho de aire, poco a poco abro la puerta de su habitación.

— Soraya.

— Mamá.

Sonrío asustada. Está acostada con aparatos acoplados a su cuerpo. Miro a la máquina que muestra sus latidos. Están lentos. El llanto que se forma en mi garganta. Intento disimularlo dando mi total atención a ella. Sonríe mínimamente. Incluso con el dolor estampado en su rostro arrugado, ella intenta aparentar fortaleza. Creo que ella disimula por mí, siempre me han aterrorizado esas situaciones.

— Estaba extrañando a la señora. - Me siento al medio de la cama. Pesco su mano derecha y deposito
Maná Alves

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