Los niños acompañados de su gran amigo carpincho decidieron seguir la ruta ya trazada, realizando un esfuerzo sobrehumano para transportar el cadáver del animal, atravesando una espesa selva con temor a perderse, escuchando los sonidos de la naturaleza, el viento susurrante, el sol que se ocultaba entre las copas de los árboles. El viento soplaba con fuerza, elevando la tierra y partículas pequeñas hacia el rostro de los dos exploradores. Los animales ya empezaban a percibir el olor de la carne muerta, con miedo el niño tomó su lanza para poder seguir adelante y protegerse de las bestias de la noche. Llegaron al lugar donde horas atrás, se habían detenido a descansar. Al ver un rastro de la braza sobrante, tenuemente encendido, con un rojo brillante, Wari decidió amarrar hojas a su lanza y realizar una antorcha para iluminar su camino a casa. El carpincho caminaba delante de ellos con la intención de protegerlos.
De repente, sonó un ruido estruendoso, apareciendo de entre la oscuridad