Alina
El viento silba a nuestro alrededor mientras nos dirigimos al corazón del castillo. Las antorchas titilan en la oscuridad, proyectando sombras danzantes sobre las paredes de piedra. Damon camina a mi lado, su mano apretando la mía como si temiera que yo desapareciera.
— No tienes que hacer esto, murmura.
Lo miro, con la respiración entrecortada. Su rostro está tenso, marcado por una preocupación palpable. Sus ojos oscuros, que suelen ser tan penetrantes, están nublados por una emoción que le cuesta contener.
— Si no lo hago, morirás, replico suavemente.
Se detiene bruscamente, obligándome a hacer lo mismo.
— ¿Y si fueras tú la que muriera en mi lugar?
Apreto su mano con más fuerza.
— Entonces será un riesgo a tomar.
— Alina…
— No me pidas que me quede aquí viéndote morir, Damon. Tú lo harías por mí, ¿verdad?
Cierra los ojos un instante, su mandíbula se tensa bajo la presión.
— Sí, lo haría.
— Entonces déjame hacer lo mismo por ti.
Inspira profundamente, su mirada se suaviza al f