Seth se quedó paralizado por un instante, los documentos aún crujiendo bajo sus dedos mientras su mente giraba a toda velocidad.
La revelación lo golpeó como un puñetazo, sus ojos abriéndose de golpe al conectar los puntos.
No podía ser un crimen perfecto, no en su propia casa, no con su equipo de élite vigilando cada rincón. Pero había alguien que sí podía: Mindy Evans Lockhart, la mujer con la que casi se compromete, una mente astuta y venenosa con motivos de sobra para odiar a Ameline.
El aire en la oficina se volvió denso, el zumbido del ventilador ahora un ruido molesto en sus oídos. Dejó la taza sobre el escritorio con un golpe seco, el café salpicando el borde, y se puso de pie, la silla raspando el suelo mientras salía con pasos rápidos, la frustración quemándole el pecho. Caminó por el pasillo, las botas resonando contra el suelo de madera, hasta llegar a la puerta de la habitación de Mindy.
Dos guardias se pusieron en guardia al verlo, sus rostros tensos mientras lo mira