Ameline, Prissy, Marta y Laura avanzaban juntas hacia el área de juego, sus pasos resonando con una mezcla de nerviosismo y entusiasmo ante la perspectiva de avanzar más en su plan ese día.
A lo lejos, dentro del perímetro del campo, las guardias Emma, Lana y Selene se mantenían vigilantes, siguiendo las órdenes de Seth de permanecer a distancia y sin perderlas de vista.
Ameline, con su embarazo apenas disimulado por su vestido ancho, ajustó sus lentes de sol y su sombrero ancho que le cubría parte del rostro, asegurándose de dar la impresión a sus amigas de no querer ser reconocida.
Marta, con una sonrisa confiada, las llevó hasta donde las esperaba su esposo, un hombre canoso de voz cálida y modales hospitalarios. Frente a ellos, un conjunto de palos de golf relucía bajo la luz matinal, y varios caddies, con expresiones frías y profesionales, estaban listos para asistirlas.
—Bienvenidas al juego, damas, ¿listas para jugar? —dijo el esposo de Marta, entregándoles los palos y asig