Camilo estaba de pie junto a la ventana del despacho, con los brazos cruzados y la mandíbula tensa. Afuera, el cielo apenas comenzaba a aclararse. La mañana parecía tranquila, pero su mente no lo estaba.
—¿Lo sabías, no? —preguntó sin girarse.
Leo bufó desde el sofá, con los pies cruzados y el ceño fruncido.
—Sabía que iba a pasar tarde o temprano. Las chicas como ella… siempre tienen una historia. Siempre esconden algo.
Miguel, sentado sobre el respaldo del sofá con los pies en el asi