Sus largas pestañas parecían estar adheridas entre sí.
Sentía húmedo.
Todo a su alrededor se sentía acuoso.
El agua se impregnaba a su débil cuerpo, cada gota aguijoneaba su piel.
Alguien estaba tocando su cuerpo con suavidad.
Restregándolo.
La inconciencia no quería soltarla por completo, y de cierta manera ella tampoco quería volver a la desolada realidad que estaba engulléndola.
Pero tarde o temprano lo haría.
Aquello era inevitable.
Sus pupilas se dilataron cuando fueron apaleadas por la luz de aquella bombilla que estaba a lo alto de aquel ostentoso y enorme baño.
Empezó a pestañear reiteradamente y observó todo a su alrededor.
Cerámicas abrigando la pared, color blanco simiente, un olor