4. ¿Somos hermanos?

En la oficina de MI

Nathaniel estaba ansioso por la llegada de Maggie a la empresa, el día anterior no había podido contarle nada a Mattias de lo que tenía planeado, porque luego de lo ocurrido con el imbécil aquel del restaurante él recibió una llamada de un cliente y había tenido que irse.

Maggie también se había escabullido de él con rapidez, sin embargo ese día no iba a poder hacerlo, ya él se había encargado de tener todo listo para su llegada.

Miró nuevamente el reloj de pulsera que llevaba, faltaban solo diez minutos para las 8 de la mañana.

No podía negar que estaba nervioso, no por el hecho de verla, sino por comenzar su juego.

Su juego de seducción.

Él nunca había tenido que esforzarse con alguna mujer y mucho menos pensar en tener con ellas algo más allá de citas casuales y sexo, y ahora tenía que convertirse en el principie de esta mujer que además es madre soltera.

Sin embargo la chiquilla no debía ser demasiado difícil. Nathaniel era un hombre de 33 años y ella todavía no llegaba a los 26, eso era pan comido.

Solo necesita hacer que se enamore de sí mismo y luego tomar la empresa firmemente en sus propias manos.

El intercomunicador de su oficina sonó y de inmediato una sonrisa de suficiencia se formó en su rostro.

—Bueno, al menos la niña es puntual— dijo, antes de contestar— Dime, Renata.

—Señor me informan desde la recepción que la señorita Margareth Lewis se encuentra aquí.

—Diles que la dejen pasar y luego haz que entre de inmediato a la oficina.

Maggie tenía los ojos muy abiertos mientras miraba la imponente empresa enfrente de ella.

Se trataba de nada más y nada menos que la empresa de Biotecnología y farmacéutica más importante de todo el país: BioGenTech. De hecho el remedio que el pediatra le había enviado a su niño para el asma era de este laboratorio.

—Señorita Lewis puede subir, piso 15 la oficina del fondo.

Por alguna razón Maggie sentía que la mujer la miraba con rabia y algo de recelo, pero decidió ignorarla, lo último que necesitaba era tener problemas en su primer día de trabajo, porque si bien el abogado dijo que ahora le pertenecía un porcentaje del lugar, ella no conseguía sentirse dueña de nada.

Mucho menos con su sencillo vestido pitillo blanco y su blazer del mismo color y sencillas zapatillas, lo único medianamente ejecutivo que tenía en su closet. Sin embargo había hecho un esfuerzo para verse bien.

Había recogido su cabello castaño en una cola alta y se había puesto un poco de maquillaje en su rostro, para tratar de dar una buena primera impresión.

Cuando las puertas del ascensor se abrieron en el piso marcado, su boca se abrió tanto que por poco cae al suelo. El lugar era impresionante. 

Tal como le indicaron caminó hasta el fondo y vio la única oficina del piso, donde afuera estaba un lindo escritorio y una señorita detrás de este.

—Margareth Lewis— dijo la pelirroja incluso antes de que ella hablara—, el señor Montgomery la espera dentro.

Con los nervios a mil, Margareth tragó saliva y se limpió el sudor de las manos en su vestido antes de tocar las enormes puertas dobles.

—Adelante— la voz grave y arrastrada de Nathaniel solo incrementaba sus nervios, pero sin demorarse más entró a la oficina.

No sabía qué era lo que estaba esperando encontrarse, pero en el momento en que ella entró en la oficina viéndose de la manera en que se veía, simplemente pudo aguantar la respiración mientras sus ojos repasaban cada una de sus curvas que resaltan a la perfección debajo de su vestido blanco.

Sus ojos barrieron desde sus piernas torneadas, su cintura pequeña y sus pechos firmes, hasta llegar a su rostro, donde ella, con sus ojos cafés brillantes y las mejillas sonrojadas lo miraba expectante. 

—Buenos días, Maggie— le dijo, empleando el tono más amable que pudo y vio como ella tomó un respiro profundo y cerró sus manos en puños antes de volver a abrirlas.

—Ho- Hola, digo, buenos días.

Inevitablemente una media sonrisa se formó en su rostro al notar lo nerviosa que se encontraba y eso solo le hizo saber que seducirla sería pan comido.

Lentamente se puso en pie, siendo consciente de cómo los ojos de ella seguían cada uno de sus movimientos, y solo entonces caminó hacia donde estaba.

—¿Qué te parece si hoy te muestro la empresa?

Su voz ronca y arrastrada estaba causando estragos en el cuerpo de Maggie. Es que ella no sabía cómo era posible que se sintiera atraída por un tipo que hasta grosero había sido con ella, pero debía ser sincera nunca antes un hombre le había atraído tanto, ni siquiera el bastardo de Armando, su ex que la  abandonó.

—Si, eso estaría perfecto.— Consiguió decir sin tartamudear y eso ya era un avance.

Nathaniel abrió la puerta para ella y luego vino el momento más incómodo de todos, cuando estuvieron juntos en el ascensor. Sus ojos se iban hacia donde él castaño se encontraba sin que los pudiera controlar.

En una de esas él la descubrió en el acto y sintió como sus mejillas se encendieron, haciendo que él sonriera. Gracias a Dios, las puertas se abrieron antes de que pudiera decir algo que hiciera más vergonzoso el momento.

Al bajarse miró con asombro el lugar a su alrededor, era un laboratorio y cada espacio estaba dividido por paredes de vidrio que permitían ver lo que sucedía dentro.

—Antes que nada— La voz de Nathaniel la hizo volver a verlo— ¿Conoces de la marca? ¿Sabes lo que hacemos?

Maggie asintió de inmediato en su dirección, mucho más tranquila de no estar en el aire.

—Si, son un laboratorio químico, realizan medicinas de todo tipo. — contestó como una estudiante a su profesor—De hecho las que le mandan a Dan son de aquí—  dijo distraída— , y debo decir que no son nada económicas, de hecho…

Antes de seguir hablando, sus manos fueron a sus labios y sus ojos miraron de inmediato al hombre a su lado que la veía con el ceño levemente fruncido.

¿Económicas? ¿De verdad ella esperaba que el producto que se producía aquí fuera económico? Ellos no eran una empresa de caridad, invertimos los mejores ingredientes para tener el mejor resultado.

—Por supuesto que no lo son— contestó tratando de manejar su enojo—Nosotros realizamos un producto con excelentes estándares de calidad y costos elevados, lo que genera que el producto final tenga un valor consecuente a su elaboración.

La chica frente a él arrugó un poco el gesto al escucharlo, pero no dijo nada, lo que hizo que la chispa de molestia creciera en su interior.

— ¿Qué? Si tienes algo que decir, solo dilo.

Maggie estaba indignada con la respuesta que él le había dado, por lo que sin poder contenerse le dijo:

— Entiendo tu explicación, pero deberían pensar en la forma de que el producto sea más accesible para toda la ciudadanía.

La respuesta que él le dio la dejó helada.

— Eso no va a pasar, nuestra marca es exclusiva y quienes la adquieren es porque pueden darse el privilegio.

Ella no podía creer lo que estaba escuchando. Esa era la respuesta más fría e inhumana que le habían dado en toda su vida. Su hijo sufría cada mes por no poder tener siempre la medicina, ella debía partirse el lomo para conseguir el dinero y ellos simplemente piensan que es porque no está hecho para ellos.

— La salud no debería ser un privilegio exclusivo de la gente rica, la salud debería ser un derecho para todos.—  la rabia que sentía se filtró en sus palabras pero a esas alturas no le importaba.

— Para el resto de personas está el seguro social— trató de defenderse Nathaniel, pero en el momento en que las palabras salieron de su boca, supo que no había dicho lo correcto.

La mirada de indignación que ella le lanzó fue como si él hubiera dicho el peor de los sacrilegios. Dios, tratar con esa niña estaba siendo peor de lo que él imaginó.

— Supongo que así es para la gente como tú—  contestó ella.

Nathaniel estaba muy cerca de perder los papeles, el príncipe azul podía irse a la m****a.

— ¿Cómo es la gente como yo?—  preguntó con los dientes apretados, sin embargo ella no se cortó ni un poco para darle la respuesta.

— Riquillos criados en cuna de oro que no han pasado necesidad ni un día de su vida, supongo que crear productos para gente igual de rica que tú debe ser facilísimo.

Sus palabras terminaron de acabar con la poca paciencia que tenía. Ella no era más que una niña que se creía que podía venir a juzgar a los demás y él no pensaba entrar en una discusión sin sentido.

— Tal vez lo sea y ahora tú también deberás venderle a esos riquillos, para eso estás aquí—  dijo haciendo que ella cerrara la boca de inmediato.

Antes de que ella pudiera volver a decir algo, él agregó.

— Ahora andado, todavía queda mucho por ver.

El recorrido por la empresa fueron las tres horas más incómodas y traumáticas de toda la vida de Maggie. Nathaniel le hablaba únicamente para señalar lo más importante de la empresa y a pesar de todo, ella debía reconocer que la producción era impresionante.

No solo hacían medicinas, sino que además creaban todo tipo de prótesis en una tecnología que ella ni siquiera sabía que existía. Sin embargo, mantuvo esos comentarios solo para ella.

Al final se encontraban nuevamente en la imponente oficina.

— Muy bien, creo que por hoy ha sido suficiente —  le dijo Nathaniel y ella de inmediato llevó sus ojos a él—  Mañana podrás empezar a trabajar ahora que ya saber como y donde funciona cada cosa.

Maggie asintió en su dirección pero no se movió, todavía tenía no una, sino dos dudas rondando en su mente, él al ver que ella seguía de pie frente a su escritorio, elevo esos ojos negros en su dirección e inclino una ceja en pregunta.

— ¿Ocurre algo?

— Eh… yo quería saber dos cosas, bueno, más bien tres. La primera es si el trabajo será remunerado, no sé cómo funciona el tema de las acciones y el porcentaje.

Nathaniel tuvo que hacer un esfuerzo inhumano para no gruñir. La sola mención de las acciones SUS acciones le hacía hervir la sangre.

— Por supuesto, recibirás tu pago a fin de mes, hoy te llegará el contrato a tu correo electrónico.

Entonces él extendió una hoja y un lapicero en su dirección. — Déjame tus datos completos.

Ella diligentemente llenó la información, pero seguía fija en su lugar.

Él estaba a punto de preguntar qué más era lo que quería cuando ella finalmente habló.

—Lo otro es... Bueno...—Maggie no sabía bien como decirlo asi simplemente dijo lo primero que se le vino a la mente— ¿Somos hermanos? Nosotros quiero decir...

Nathaniel por poco se ahoga con su saliva al escucharla.

—¡NO! Tú padre no era mi padre sino mi padrastro. No voy a decirte nada más de eso.

Maggie tragó saliva y tuvo que quedarse con la duda antes de dejar salir su última pregunta.

—¿En qué puesto voy a trabajar?

Lentamente una sonrisa se fue formando en los labios del castaño, pues esa era la pregunta que él estaba esperando.

— Como no conoces el trabajo en la empresa vas a empezar como mi asistente personal.

Los ojos de Maggie se abrieron como platos al escucharlo.

— ¿T-Tú asistente?

La sonrisa de Nathaniel se hizo aún más grande.

— Así es, ¿Hay algún problema?

— No, no…. ninguno. Nos vemos mañana.

Maggie dio media vuelto y salió de la oficina, siendo consciente que trabajar todos los días al lado de este hombre iba a terminar por volverla loca.

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