- No pasa nada, Alteza. - dijo uno de ellos, sin parecer creíble en absoluto.
- Por favor... ¡Necesito la verdad! - insistí.
- ¡La gente cree que no está preparada para ser reina, Alteza! - aventuró la mayor de ellas. - Se dice que Su Alteza es inmadura, egoísta y... Prefiero no mencionar el resto. Y que quede claro que no es mi opinión.
- ¿Qué hay del atropello?
- Que atropelló al Sr. Durand, intentó culpar a su guardia de seguridad y cuando eso no funcionó, viajó al País del Mar para escapar de la situación.
- ¿Quiere que me condenen?
- Hay división de opiniones al respecto.
Respiré hondo y sonreí:
- Gracias. Era importante para mí saber la verdad.
Licué la fruta y probé el zumo, añadiendo una pizca de azúcar. Serví varios vasos y los coloqué sobre el gigantesco mostrador:
- Quiero que lo pruebes. Además de ser bueno, induce al sueño. - Me eché a reír. - No sabía que estabas trabajando y no podías dormir. Perdona.
- Hay tiempo para echarse una siesta durante el descanso, Alteza. - U