Antonella se despertó asustada. Miró a Adam, que dormía tranquilamente, y soltó el aire con alivio. Había tenido una terrible pesadilla que ocupó su mente por varios minutos. Se levantó y le dio un beso en su pequeño rostro. Finalmente, notó que Dominique no estaba en la cama.
Ella siempre era la primera en levantarse, pero era extraño el silencio que reinaba en la casa, sin ningún ruido ni rastro de Dominique. Caminó hasta la cocina y no la encontró allí; fue al baño y Dominique había desaparecido.
Se sobresaltó cuando, al darse vuelta, se topó con Carmelita en el camino.
—¿Estás buscando a Dominique? No está —dijo directamente, mientras extendía la mano con las llaves del viejo Chevette—. Me pidió que te las entregara.
Los ojos de Antonella se fijaron en las llaves. Si no estaba, ¿por qué habría salido a pie sin el coche? La situación era extraña y llevó a Antonella a sacar conclusiones nada agradables.
Miró a Carmelita, que evitaba cruzar su mirada con la de ella a toda costa.
—¿A