Finalmente sucedió. Los ojos de Henrico se llenaron de lágrimas e incluso intentó no demostrar su emoción en ese momento, pero fue inevitable.
Mientras Antonela y Fabricio lo observaban admirados, él les dio la espalda, tragándose toda la emoción. Sabía que Antonela volvería a la fábrica, no porque él tuviera la intención de humillarla, sino porque la necesitaba. Henrico jamás le había dicho esto a Antonela, pero la consideraba demasiado inteligente.
—Estaba esperando una oportunidad para hablar contigo —dijo Henrico, cuando volvió a mirarla a los ojos—, pero, con la situación de Adam, no lo consideré un buen momento.
Su rostro se transformó, como si lo hubiera bañado una tristeza sin fin. El corazón le latía descontroladamente; sería incapaz de hablar después de las emociones de ese día. Incluso intentaba olvidar que Alessia había huido; sin embargo, era imposible.
—¿Sucedió algo? —Antonela analizó un poco más el rostro de su padre y se dio cuenta de que algo le preocupaba.
Sin embar