Capítulo 25

Julián.

—¿Entonces quiere que volvamos a intentar quitarnos de en medio al fuereño? —asiento.

—Quiero que lo hagan cuanto antes, y esta vez no quiero errores, Juan.

—Está bien, señor, pero...

—¿Pero?

—Los muchachos y yo andamos necesitados de dinero, y usted apenas nos ha dado parte de lo que acordamos.

Doy una calada a mi cigarro.

—Ya lo imaginaba —digo, sacando un sobre de mi bolsillo; se lo entrego—. Ahí tienes, y será mejor que cumplan su parte. Quiero a ese bastardo muerto. En cuanto lo esté, recibirás todo el dinero que quieras.

—Así sí nos entendemos —se pone a contar el dinero—. Los muchachos estarán contentos con esto. Le aseguro que esta vez no fallaremos.

—Bien, ya puedes irte. Quiero que me mantengas al tanto de todo.

Asiente y se retira.

Con lo que está pasando ahora, ya no puedo arriesgarme a que el bastardo decida quedarse definitivamente en el pueblo.

El que se haya hecho noviecito de la hija de los Walke
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