Cap. 34 El origen de la maldición
Rowena se subía el tirante de su vestido de novia, estaba lista para su gran momento. Aunque eso desafiaba a Enrietta poderosamente.
Sintió un mareo fuerte y se agarró de la cama.
—No, ahora, no.
Tenía que llegar al jardín donde estaban esperándola para la boda, tambaleante bajó las escaleras y se topó con Oswaldo.
—Vaya, Claire, parece que dio el gran golpe.
Si se acercaba un poco más, le daría uno bien fuerte.
—La esperan en el jardín.
Caminó con aplomo y trató de sonreír, pero todo le daba vueltas y cuando salió al jardín vio a Boris esperándola y vio a su abuela esperándola con una sonrisa en el rostro.
—¿Abuela?
—Rowena…
—Abuela, ¿eres tú?
—Sí, vine a verte.
—Abuela, te extrañé tanto —se abrazaba a ella—. ¿Por qué no me contactaste antes?
—Rowena, debes saber que si te casas, los espíritus vendrán por ti.
—¿Qué?
—Debes saber la verdad que condenó a los Alfas a no tener luna y ese camino te llevará a la muerte.
Rowena se levantó asustada y vio el vestido descansando en su perchero