Poco después de que Dante se fuera, yo también me arreglé y salí. No me llevé las llaves de la mansión.
Es cierto que me gusta Dante, pero sé perfectamente que mi madre jamás renunciará a su amor por Alonso. Ella es mi madre y realmente no puedo lastimarla de esa manera. Este asunto no tiene solución. La única forma de no herir a mi madre y evitar que otros controlen mi vida es irme lejos de aquí.
Abrí apresurada mi celular y, mientras me dirigía a casa, reservé un vuelo al extranjero para tres horas después.
Al llegar, mi madre estaba sentada en la sala entretenida viendo televisión. Al verme, se puso de pie.
— ¿Dónde estuviste anoche? —preguntó.
—En casa de un amigo —le respondí secamente antes de ir a mi habitación a empacar.
Ella me siguió de inmediato y, al ver que revolvía cajones y armarios, sacudió la cabeza con cierto nerviosismo.
—¡No necesitas empacar! —exclamó.
Me detuve en seco. ¿Qué quería decir? Un mal presentimiento al instante se apoderó de mí. Levanté la mirada hacia