Aliadas malvadas.
Al día siguiente, Laura llegó puntualmente a la empresa, decidida a dar lo mejor de sí como cada día.
Entró a su oficina para revisar los avances de los nuevos modelos y, antes de comenzar, se preparó un café fuerte; estaba segura de que sería un día estresante. Lo tomó con calma mientras miraba por la ventana el movimiento de la ciudad. Finalmente se sentó y encendió su computador.
De repente, la puerta se abrió y Martín entró con una sonrisa cálida, irradiando una mezcla de entusiasmo y nerviosismo. Laura sintió un cosquilleo en su estómago y su pecho revuelto.
—Veo que estás ocupada. ¿Mucho trabajo? —preguntó— Le pareció extraño. Casi siempre la evita y si se acerca es para molestarla.
—Sí, estoy revisando los avances de los chicos. ¡Mira, han mejorado mucho! —respondió ella, pese a todo con entusiasmo. Hablar de su ocupación le apasiona. Por un momento, se sintió tranquila, pensando que sus intenciones al venir no eran reprocharle.
Martín suspiró.
—Tengo que reconocer que er