Capítulo 52

El reloj seguía avanzando con una lentitud insoportable. El café en las manos de Norman ya se había enfriado, pero él lo sostenía igual, como si fuera lo único que lo mantenía anclado al presente. Paola se sentó a su lado, sin presionarlo, con la espalda recta y los ojos perdidos en un punto invisible del pasillo. El silencio entre ellos no era tenso, sino pesado, lleno de todo lo que había entre ambos. Pasaron varios minutos antes de que ella hablara. —¿Te trae muchos malos recuerdos el hospital, no? La pregunta fue suave, como si no quisiera romper del todo el espacio frágil que los envolvía. Norman giró apenas el rostro hacia ella, sin apartar los ojos de la taza descartable. —Sí —respondió en voz baja—. Los odio, realmente. Paola asintió despacio. —Lo entiendo. Pero… no todo lo que pasa en un hospital es malo —dijo, con una pequeña sonrisa en los labios—. ¿Recuerdas cuando nació Nikita? Norman parpadeó, sorprendido por el cambio de tono. Por un momento, pareció querer rechazar el
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