El cruel verdugo y su mártir.
El cruel verdugo y su mártir.
Por: Mili
El inicio del tormento.

En la oscura habitación de una  mansión  un poco alejada del exterior se pueden escuchar los ruidos extraños de dos cuerpos mezclandose. 

—Nadie más que yo puede ver esa expresión que haces ahora mismo- dijo el hombre con un tono posesivo. 

— Suéltame… estás siendo demasiado cruel— trata de alejarlo— no me gusta.

El hombre se niega a soltarla y la aprieta con más fuerza. 

— ¡Agh, duele! - se queja con la voz entrecortada

— ¿Dices que no te gusta? Pues tu cuerpo me dice otra cosa.

— Por favor, ya suéltame, me quiero ir.

— No tienes a donde ir. Dije que el contrato se terminaría hasta que yo me cansara de ti, por el momento aún estoy insatisfecho. Así que tendremos que unirnos miles de veces si quieres cansarme.

—Esta… esta es la última vez que estoy contigo.

Él frunce el ceño molesto.

—Cuando termines, me iré.

— No irás a ninguna parte. Eres mi trofeo ¿Lo olvidas? Compré cada parte de tu misera existencia.

— Pero mi corazón no te pertenece… Nada me une a ti, solo un insignificante trozo de papel.

— Tiene razón, no hay nada que nos una – dijo alejandose. 

Ella se siente aliviada pensando que ha terminado

Trata de caminar a gatas al otro extremo de la cama pensando en que todo ya terminó.

— ¿A dónde vas? - él la arrastra de nuevo hacia él.

—Esto no ha acabado— expresó

Ella siente algo diferente, esta vez, al darse cuenta de la diferencia, se exalta.

— ¿Qué haces?

—Dijiste que no tenías nada que te uniera a mí.

— Te has quitado el preservativo. Estoy en mis días fértiles ahora. Será un problema. 

— Ten a mi bebé Atanasia, de esa forma no tendrás más remedio que quedarte a mi lado— sonríe con malicia.

Tiempo atrás.

El lugar era escasamente iluminado por luces claras. En su sitio, las luces tenues hacían presencia. Las chicas que frecuentaban ese tipo de sitios comúnmente iban vestidas de forma atractiva.

Se sentaban en las piernas de los hombres millonarios que buscaban un poco de diversión.

Era un club en el que asistían personas adineradas y chicas refinadas.

Los meseros ganaban una buena propina llevándoles sus copas e incluso preparándoles una habitación por si decidían pasar ahí la noche.

Para nada se trataba de un lugar silencioso y tranquilo.

— ¿Cómo es que pudiste pagar la cuota de un club como este? – pregunta una chica de cuerpo esbelto y ojos rasgados

— Eso no importa— responde emocionada— ¿No dijiste que querías divertirte? - responde una pelirroja de cuerpo voluptuoso y nariz respingada.

— Sí, tienes razón— acepta dando un suspiro.

— Bebamos hasta el amanecer Athy.

Las chicas recorren con la vista el lugar. Caminan hacia la barra para solicitar el mejor licor.

—Renata ¿Cómo lo pagaremos? – pregunta Athy con cierto todo de preocupación.

Ninguna de las dos chicas poseía de grandes riquezas, pero parecía que, para la pelirroja, ese no era ningún problema.

—Athy, tú solo pide lo que quieras— aconseja sacando su tarjeta de crédito.

— ¿De dónde la sacaste?

—Tengo mi truco— responde orgullosa.

El mesero les ofrece la mejor bebida y las atiende amablemente.

— ¿Cómo vas con Cristian? – pregunta Renata mientras se bebe una copa de golpe.

—Creo que bien— responde con una tristeza evidente.

— Supongo que han tenido nuevamente una discusión ¿Por qué no lo dejas de una vez?

— ¿Dejarlo? Ambos hemos sido novios desde hace años

— ¿No me digas que estás embarazada de él? – pregunta arqueando la ceja.

— Claro que no… si ni siquiera hemos…

— No me digas que entre ustedes no ha pasado nada— dice sorprendida.

— Tal vez por mi actitud todos piensen que me acuesto con muchos hombres, pero en realidad nunca lo he hecho— dice avergonzada mientras bebe su copa rápidamente.

—Qué pena

— ¿Pena? ¿Por qué?

— Olvídalo. Iré al baño, no tardo— dijo parándose de su asiento— continúa— dijo acercándole la botella— hoy nos desquitaremos— sonrío.

Atanasia se lamentaba de su vida miserable todos los días. Para distraerse salía con su mejor y única amiga, quien la ayudaba a desahogar sus penas.

Ella bebe directo de la botella y su cuerpo comienza a sentir los efectos del alcohol, pero esta vez es más extraño. No solo siente que su cuerpo se calienta, sino que la cabeza empieza a darles vueltas y la vista se le torna borrosa.

“¿Por qué Renata de tarda tanto?” se pregunta mientras se pone de pie para ir a buscarla.

De pronto la música se vuelve pegajosa y ella camina hacia la pista delante de un tubo y su cuerpo comienza a moverse.

No era raro que ella bailara, de hecho, era buena haciéndolo.

Atanasia tenía el sueño de ser una bailarina excepcional, pero no de esas bailarinas de ballet, sino una bailarina sensual.

Su madre se encargó de cortarles las alas diciéndole que solo las prostitutas se sacudían de esa manera.

La mirada de los hombres estaba fija en la manera de como ella meneaba sensualmente sus caderas.

Cuando la música finalizó, todos aplaudieron.

Ella extrañamente se sintió alagada.

—Señorita— habla un joven que viste de traje negro— mi amo desea que lo acompañe.

Ella lo mira disgustada.

— ¿Acaso eres un perro para tener amo? ¿Quién es ese imbécil que piensa que soy una…?

— ¿Acaso no lo es? – pregunta.

Atanasia se siente furiosa ante la soberbia del tipo.

—Si así es el perro, como será el amo— dijo bajando del escenario— vamos, tengo curiosidad.

Quería conocer al hombre que fue capaz de confundirla con una mujer fácil. Cuando lo tuviera en frente lo golpearía, porque jamás en la vida permitiría que la consideraran de esa forma, mucho menos un pobre diablo superficial.

A pesar de que su vista era borrosa, camino sin dificultad.

—Y bien, donde está.

Joven amo, he traído a la señorita como me lo pidió— habló el tipo en ruso

En la sala VIP se encontraba un hombre apuesto y elegante. Sus ojos grises profundos habían estado observando a la chica mientras bailaba y le gustaba como para pasar el rato con ella esa misma noche.

—Acércate— pronunció con su español escaso.

— Tú y tu maldit0 español son estúpidos— dijo alterada.

Las copas de licor mezclado con el mal carácter de Atanasia no hacían buena combinación.

El hombre se queda mirando a uno de sus guardaespaldas.

—Ella dice que es un placer servirle esta noche— mintió traduciendo las palabras de la chica.

El hombre pinta una sonrisa en un extremo de su boca y sus ojos vuelven a mirar a Atanasia, quien no entiende ni una palabra de lo que dicen.

Él hace un movimiento con las manos y hace que su gente le dé privacidad.

Luego toma a Atanasia de la muñeca y la jala hacia él.

— ¿Qué crees que haces idiota? – dice dándole una bofetada.

En ese instante los hombres a su resguardo tomaron a la chica bruscamente del brazo.

—Discúlpate con el jefe si no quieres morir— amenazan.

— Ese estúpido trató de obligarme a que me sentara en sus piernas, yo solo me defendí.

Pese a que el hombre no era para nada feo ni viejo, a ella le desagradaban que la tocasen sin su permiso.

Puede que esto se debía al continuo acoso de su padrastro hacia ella.

—Suéltala— exclamó el hombre divertido.

Sus acompañantes se sorprendieron al ver que no reaccionó de forma agresiva.

El golpe que Atanasia se había dado, lejos de molestarlo, lo excitó.

Él se pone de pie y ella nota la gran diferencia de altura entre los dos.

Aunque su cuerpo temblara en ese momento, Atanasia mantuvo la mirada firme en sus ojos grises, como si estuviera desafiándolo.

— ¿Qué me ves 1mbécil?

Aunque el hombre no hablara español, entendía perfectamente la palabra “1diota”

Él mira a su guardaespaldas que le mentía en sus traducciones y este, al recibir la mirada amenazante de su amo, agachó la cabeza.

El hombre quería responderle, pero sabía que ella se volvería a burlar de su español.

—Atanasia— grita un chico detrás de ella.

El chico pelinegro se acerca de ella de manera violenta y la jala del brazo.

—Sabía que estarías aquí— dice furioso.

A pesar de que no veía su rostro con claridad, reconocía la voz de su novio.

—Te dije que estaría en este lugar— dijo Renata, quien se posaba detrás de ella.

— Renata ¿Acabas de regresar del baño?

— ¿Qué dices? Si yo todo este tiempo estuve con Clarisa— dice fingiendo ignorancia.

— No, tú estuviste aquí.

— ¿Estás drogada? – pregunta el chico— Además, ¿Estabas a punto de irte a la cama con este hombre?

— No, eso no.

— Esta chica acaba de golpear a mi amo.

— Cómo siempre Athy, prendes el boiler y no te metes a bañar

Toma bruscamente a Atanasia y la tira al suelo.

—Suplica su perdón y larguémonos a casa, tu mamá tiene algo importante que decirte.

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