Sin pensarlo dos veces, avancé y empujé a la chica más cercana, no lo suficiente para lastimarla, pero sí para dejar claro un mensaje.
“Perdón,” dije con un tono afilado, colocándome frente a Aria como si fuera su escudo. “¿Hay algún problema aquí?”
Las chicas retrocedieron, sorprendidas. Sus caras cambiaron de molestia a miedo repentino, claramente no esperaban que una mujer embarazada apareciera como un dragón sobreprotector.
Las miré una por una, entornando los ojos con peligro.
“Tóquenla otra vez,” dije, con una voz baja y letal, “y les juro que, incluso si vienen todas contra mí, podré con ustedes.”
La más alta bufó, intentando esconder el temblor de su labio. “S-Solo estábamos hablando con ella.”
“¿Ah, sí? ¿Y ahora ‘hablar’ incluye rodear a alguien como hienas y tirarle sus cosas?” respondí. “Bien saberlo. La próxima vez intenten usar la boca, no sus inseguridades.”
Unas cuantas jadearon. Una murmuró: “Qué mala…”
No me importó.
Me mantuve firme, mi cuerpo protegiendo a Aria, mi