El arrepentimiento del alfa: mi luna tiene un hijo
El arrepentimiento del alfa: mi luna tiene un hijo
Por: Paulina W
PROLOGO

Uno de los guerreros de Serafina llegó corriendo, jadeando y con el rostro pálido.

―¡Alfa! ¡Alfa! ¡Hay noticias importantes! ―anunció.

Serafina, ocupada revisando unos documentos, levantó la mirada y se encontró con la expresión preocupada de su guerrero.

―¿Qué pasa, Roy? ―preguntó con ansiedad.

El guerrero tomó aire antes de responder.

―El Alfa Brandon ha sido secuestrado por el Alfa Lorenzo de la manada Dark Shadow.

Las palabras resonaron en los oídos de Serafina, su cuerpo se estremeció y sus ojos se abrieron de par en par, mostrando incredulidad.

―¿Cómo…?― balbuceó, mientras su corazón latía descontroladamente.

Lorenzo Bellanti siempre lograba sorprenderla, y no precisamente de la mejor manera. No podía creer que fuera capaz de cometer un acto tan atroz. Aunque sabía que era un lobo cruel y traidor, no podía evitar estremecerse al escuchar su nombre. Pero su loba aullaba de dolor ante la mención de su nombre, porque a pesar de los siete años transcurridos, aún seguía anhelándolo.

―Alfa, ¿qué hacemos? ―instó el guerrero, sacándola de sus cavilaciones.

Serafina lo miró en silencio, sintiendo un nudo en la garganta. Tragó saliva antes de continuar.

―¿Ha dicho qué quiere? ―preguntó, aunque en su corazón ya sabía la respuesta. Pero no se sentía preparada para volver a ese lugar que había sido su hogar y prisión a la vez. ¿Pero tenía otra opción?

Además, tenía que pensar en Alessio. Aunque el pequeño había aceptado a ese cruel Alfa como su padre, tenía que hacer lo posible por mantenerlo alejado de su influencia y esperar que algún día, cuando se convirtiera en un gran Alfa, liderara su propia manada con sabiduría y bondad. Sin embargo, era evidente que el pequeño era un Bellanti y su lealtad estaba con su padre.

Las emociones se agolpaban en el pecho de Serafina mientras luchaba por tomar una decisión que afectaría a todos.

En ese preciso instante, su adorado hijo llegó corriendo, ella lo miró y su corazón se apretó todavía más, él era un recordatorio constante de su ex pareja. Alessio era prácticamente una copia de su padre, y eso parecía ser una cruel broma del destino.

―¡Mamá, mama! ―dijo el pequeño con una gran sonrisa en su rostro.

La niñera, Mildred, intentó detenerlo preocupada.

―Joven Alessio, no corras, podrías caerte ―dijo con voz agotada.

Pero Serafina, a pesar de estar agobiada por los problemas y al borde de perder los nervios, siempre encontraría tiempo para su cachorro. Miró a la niñera y al guardia.

―Retírense ―les ordenó con determinación.

Una vez que estuvieron solos, Alessio extendió un pergamino sobre la gran mesa. Serafina sintió cómo su corazón se apretaba al ver el dibujo. Era un gran lobo negro. Era evidente que Alessio sentía una gran admiración por su padre.

―Este soy yo, mamá ―señaló el pequeño con su dedo ―y esta eres tú ―luego señaló a otro lobo en el dibujo ―Este es el tío Brandon… y este… ―en ese preciso instante, los ojos de Alessio brillaron con admiración y un profundo anhelo ―Este es mi padre.

La palabra “padre” se clavó en el corazón de Serafina como una daga de plata. Alessio había anhelado a Lorenzo durante demasiado tiempo y ahora que finalmente lo había visto y abrazado, era lógico que se convirtiera en el centro de su mundo.

―¿Qué pasa, mamá? ¿No te gusta? ―preguntó el pequeño al notar la mirada complicada de su madre.

Serafina se esforzó por sonreír y extendió su mano para acariciar la suave mejilla de su hijo.

¿Cómo podía decirle que su padre había hecho cosas malas? ¿Cómo podía contarle que había secuestrado a un lobo que también era importante en su vida?

No. No podía ser tan cruel, no tenía el valor para romperle el corazón a su hijo.

―Claro que sí, cielo, está hermoso ―respondió finalmente ―Has mejorado mucho en tus clases.

Serafina notó el collar que llevaba Alessio y era un regalo de Lorenzo. Así que se esforzó por mantener la calma mientras pensaba en cómo proteger a su hijo de la verdad devastadora que lo esperaba.

―Ven aquí, hijo ―susurró Serafina mientras abrazaba a Alessio en sus brazos.

No tenía el valor de contarle la verdad sobre su padre en ese momento.

Después de darle un beso en la frente, se apartó y acarició sus mejillas.

―Puedes guardar tu dibujo, está muy hermoso ―le dijo con ternura ―Y te has ganado un premio por mejorar en tus clases.

―Gracias, mamá ―respondió el pequeño con una sonrisa radiante ― Ahora, cielo, ve a tu habitación. Mamá tiene que trabajar.

Alessio besó a su madre y se fue tarareando una canción, dejándola sola con sus pensamientos.

Una vez que Alessio se había ido, Serafina llamó a su Beta.

―¡Zand! ―gritó, y el lobo acudió de inmediato.

―¿Sí, Alfa? ―respondió con respeto.

―Prepara a dos hombres, ordenó Serafina con determinación ―Iremos a la manada Shadow. Veremos qué es lo que desea su Alfa.

En su mirada se podía ver una mezcla de preocupación y determinación. Sabía que enfrentarse a Lorenzo nuevamente sería difícil, pero estaba dispuesta a hacerlo por el bien de su manada y para proteger a su hijo.

***

MANADA DARK SHADOW.

―Ha llegado ―dijo Zade, el Beta de Lorenzo.

El Alfa sintió cómo las manos se apretaban con fuerza.

«Ella ha venido» pensó, su corazón latiendo acelerado. «¿Es tan importante para ella? ¿Es cierto lo que dijo?»

Sin embargo, Lorenzo echó esos pensamientos de lado y le ordenó a su Beta.

―Retírate y no dejes que nos molesten.

Zade asintió con una expresión indiferente. No estaba de acuerdo con nada de esto, pero Lorenzo seguía siendo el Alfa y su deber era obedecerlo.

―Bien, pero solo espero que no te estés equivocando ―dijo, dándole una última mirada a su amigo antes de irse.

Y poco después de que Zade se fuera, la puerta se abrió nuevamente y entonces la vio.

La mujer caminaba lentamente hacia él, sus pasos eran lentos, pero llenos de firmeza. Lorenzo clavó sus ojos en las pantorrillas cuya piel blanca invitaba a ir más arriba, sus ojos azules siguieron subiendo y se encontraron con la pequeña cintura enfundada en un corsé transparente, su nuez de Adán subió y bajó en ese momento. Su lobo aulló por la apariencia de la hembra ante él.

No obstante, trató de mostrarse tranquilo y no dejarle ver a la cruel hembra lo mucho que lo afectaba. Sus ojos azules continuaron admirándola, detallando cada centímetro de su piel expuesta.

Sus ojos siguieron subiendo y se detuvieron en los redondos pechos debajo de las copas del corsé, admiro su delicadeza y la blancura de su piel. Y por un momento se imaginó entre ellos disfrutando de su dulzura, como en el pasado.

Él no había podido olvidar a esta loba, seis años de tortura y culpa, seis años sin poder dormir, donde las pesadillas eran dueñas de sus noches.

Pero ahora ella estaba aquí, ante él, viva, respirando como cualquier ser vivo dentro de los siete reinos. Apretó las manos y controló su corazón, no iba a dejar que él tomara el control ahora, si lo dejaba, lo más probable es que esta mujer le clavara una daga en el pecho y eso no estaba dentro de sus planes.

Así que continuó deleitándose en ella, sus ojos subieron un poco más y llegaron a sus labios, eran rosados y dulces. De esos que te invitaban a probarlos y Lorenzo de verdad quería hacerlo en ese momento.

Siguió un poco más arriba y vio su nariz, respingada, altiva, como toda ella. Y finalmente llegó a sus ojos, eran de un verde vibrante y en ese preciso momento lo miraban con odio y no amor.

—¿Y bien? ¿Aquí estoy? — dijo Serafina con una mirada de desprecio— Querías verme, ¿verdad? Bueno, habla, no vine aquí para que me comieras con la mirada.

Lorenzo alzó los labios en una sonrisa, era evidente que ella había cambiado durante los últimos años, no solo se había puesto más hermosa, sino también más lengua larga. Y sorprendentemente eso le gustaba, y por eso quería oír más.

—No me culpes por admirar tu belleza, es tu culpa por venir vestida así. Podría pensar que quieres provocarme. — expresó coqueto.

—¿Provocarte? —Serafina resoplo - Me fijaría en un orco antes de volver a mirarte — torció los labios — No sé qué rayos te vi en el pasado, pero no eres la gran cosa.

Lorenzo entrecerró los ojos y luego suspiró y dijo con naturalidad.

—Me atrevería a decir que fueron mis cualidades. Conozco mi capacidad de seducción, Fina.

Al escuchar llamarla así, la rabia dentro de ella aumentó.

—No me llames así, no tienes derecho.

—¿No? Te recuerdo que sigo siendo tu Alfa. Y tú eres mi luna, mis derechos siguen vigentes.

Ella se cruzó de brazos y luego le dio una sonrisa sarcástica.

—¿Tu luna? Por la diosa, no me hagas reír. Nunca he sido tu luna, únicamente fui tu vientre y nada más. Ese lugar le pertenece a Vivían. —cuando menciono su nombre, sus ojos se llenaron de hostilidad —Y además, no vine a hablar del pasado, Lorenzo. Vine aquí porque quiero que me lo entregues.

El Alfa se levantó y toda su estatura llenó el lugar, Lorenzo Bellanti era poderoso, enigmático, hermoso y además peligroso. Eso fue lo que Serafina repitió como un mantra cuando vio que iba a hacia ella, trato de controlar sus emociones y sobre todo a su lobo, era su maldición que aun después de tanto tiempo, tanto el cómo ella, reaccionarán al otro.

Lorenzo se detuvo muy cerca de ella, y de repente le levantó la barbilla, haciendo que sus ojos se encontrarán, ambos pudieron sentir cómo sus lobos internos aullaban por un acercamiento más profundo, de esos que te llevan hasta las sábanas.

Pero ella no estaba dispuesta a flaquear, no iba a darle la oportunidad de que la lastimará nuevamente, se había prometido olvidarlo, y aunque había fallado, eso no quería decir que le demostraría sus sentimientos. Así que se llenó de valentía y le pregunto con toda la indiferencia posible.

—¿Dónde está Brandon?

Lorenzo apretó los dientes cuando la escuchó preguntar por él, ese nombre había sido su pesadilla durante demasiado tiempo.

—¿Estás muy preocupada? — gruño con los celos consumiéndolo — ¿Te mueres por estar entre sus brazos?

Ella sonrió y alzó una ceja divertida.

—No preguntes lo que ya sabes, ahora dime, ¿dónde está y qué es lo que quieres?

Lorenzo había secuestrado a su amigo Brandon para obligarla a ir a verlo. Serafina, hubiera querido mandarlo al diablo, pero le importaba su amigo y no iba a correr ningún riesgo conociendo la crueldad de Lorenzo.

—¿Y bien? No tengo todo el día — dijo apartando su mano con brusquedad.

El Alfa la miró un instante y luego sonrió con satisfacción. Dio un paso atrás y la miró de arriba a abajo sin ninguna intención de ocultar sus deseos.

—Ya que estás tan dispuesta a salvar a tu amante, estás son mis condiciones. La primera… — dio un paso hacia ella — … Es que volverás a mí, te quiero aquí a mi lado, como mi luna, mi compañera y mi mujer.

Los ojos de Serafina se abrieron y lo miraron como si estuviera loco.

—Estas…

—Y la segunda y más importante es que a partir de este momento no volverás a ver a ese desgraciado, hasta hoy seguirás viéndote con él. No voy a contemplar que me vean la cara de estúpido.

—Que… — Serafina dio un paso atrás —No, no voy a hacer lo que pides. Jamás voy a volver aquí. Nunca Lorenzo, ¿entiendes? ¡Nunca!

—Supuse que dirías eso. — dijo calmado — Y es por eso que… preparé esto.

Chasqueo los dedos y varios hombres trajeron una jaula gigante, dentro estaba Brandon, atado a cadenas en su forma de lobo.

Los ojos de Serafina se abrieron de par en par.

—¿Qué le vas a hacer? ¿Por qué está así? ¡Suéltalo!

— Todo depende de ti, amor. Te quiero conmigo, a mi lado. Así que, si quieres que él viva, aceptarás mi pedido y hoy mismo dormirás en mi cama. Pero si te niegas, entonces él… — Sonrió— … Se convertirá en la cena de un Maldar. Tú decides Serafina. ¿Qué decisión vas a tomar?

Ella lo miró con un odio profundo, no se había equivocado, seguía siendo un lobo cruel. Pero no podía dejar que asesinara a su amigo, Brandon había sufrido demasiado, no tenía otra opción más que aceptar los deseos de Lorenzo.

Con lágrimas y odio lo miro.

— Está bien, tú ganas. Volveré contigo, pero quiero que sepas que te odio, te odio con todas mis fuerzas Lorenzo Bellanti y ¡te voy a odiar hasta el final de mis días!

Secretamente, el alfa estaba feliz, su plan había funcionado. Aunque no era la mejor manera, ahora ella estaría con él a salvo y también tendría la oportunidad de demostrarle cuánto la ama y lo mucho que se arrepiente de no haber creído en ella en el pasado.

Sin embargo, mantuvo su expresión arrogante y fría, se acercó y la agarró de la cintura, sus cuerpos estaban demasiado cerca del otro y el deseo floreció, aunque no lo quisieran.

—No importa si me odias, Serafina — susurro cerca de sus labios —Dicen por ahí que del odio al amor… hay solo un paso.

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