—Me puse en contacto.
—Entonces, ¿por qué dices que está desaparecido? —Gabriela frunció el ceño.
Alfredo ya no pudo ocultarlo: —Felipe podría haber sido capturado, pero no te preocupes, Rodrigo ya ha pedido a alguien que lo busque.
Gabriela aún estaba preocupada: —¿No estará en peligro, verdad?
Alfredo no se atrevió a contarle el contenido de la llamada.
Para evitar que ella también se angustiara.
—Tú estás herida, descansa bien. De encontrar a Felipe, nos encargamos Rodrigo y yo.
El rostro de Gabriela estaba pálido y su cuerpo estaba ligeramente arqueado cuando estaba de pie.
Porque todavía me duele la herida en el hombro.
Su voz era ronca: —Avísame en cuanto haya noticias.
—De acuerdo, iré a buscar a Estela.
Gabriela asintió con la cabeza.
Alfredo se dio la vuelta y salió.
El mayordomo se acercó. —Señora.
Gabriela, viendo la comida que llevaba el sirviente, dijo: —Déjala en el comedor. Comeré con todos.
—De acuerdo —el mayordomo ordenó a los sirvientes que pusieran la comida en la m