Gabriela sonrió y dijo: —Gracias.
Agradecía sus buenos deseos.
Aunque vivir hasta cien años parecía mucho.
Aún así, deseaba envejecer junto a Rodrigo.
Santiago, viendo que Gabriela no estaba del todo cómoda, dijo a los familiares: —Ya la han visto, si no hay nada más, ¡deberíamos irnos!
—Está bien, está bien —respondieron los familiares. Al irse, no olvidaron decirle a Gabriela. —Eres la mejor médica que he conocido.
¿La mejor médica?
Esas palabras conmovieron a Gabriela.
Parecía que todo su esfuerzo valía la pena.
Después de que se fueran, Gabriela, mirando la pancarta en sus manos, preguntó a Rodrigo: —¿Qué hago con esto?
—Por supuesto que la colgaremos, es tu medalla de honor —dijo él.
Gabriela alzó la vista hacia él: —No estás burlándote de mí, ¿verdad?
—Claro que no —él la abrazó. —Estoy orgulloso.
—¿De verdad? —Gabriela no sabía que él podía sentirse orgulloso de ella.
Rodrigo frunció el ceño: —¿No crees lo que digo?
Gabriela se quedó sin palabras.
¿Podía decir que no creía?
Creo