Rodrigo llevó a Felipe a casa.
Estos últimos días habían sido ajetreados, y Felipe había enviado pocos mensajes a Estela.
Ahora que había resuelto sus asuntos.
Planeaba hacer un viaje a Estado M.
Pero Rodrigo le pidió que no se fuera hoy.
Dijo que había invitados en casa y que debía acompañarlos.
No tuvo más remedio que posponer su viaje.
Sentado en el sofá, Felipe envió un mensaje a Estela.
[Mañana iré a verte, he reservado un vuelo nocturno.]
Estela estaba jugando con Mateo.
Cuando su teléfono vibró, lo sacó para mirarlo.
Miró y al ver el mensaje de Felipe, sonrió.
Respondió a propósito: [Estás tan ocupado, mejor no vengas, no soy tan importante. Concéntrate en tu trabajo.]
Felipe frunció el ceño: [¿Estás enojada?]
[Sí.]
En ese momento, Estela, sosteniendo a Mateo, se acercó sigilosamente por detrás y sopló suavemente en su oído.
Él se levantó sorprendido: —¿Quién...?
¿Quién se atrevía a hacerle tal broma?
Cuando vio que era Estela.
Abrió los ojos de par en par.
Incrédulo.
Tartamudeó