La puerta se abrió y reveló un amplio salón con techos altos y una escalera doble y envolvente a ambos lados, una escena digna de una película.
Había un total de siete u ocho sirvientes en la sala, todos de Estado F, dándole un aire aún más clásico al lugar.
—Señor Lozano —saludó el mayordomo en francés. Era un hombre bastante alto, delgado, vestido de traje y de edad avanzada.
Rodrigo se presentó: —Esta es mi esposa, nos quedaremos aquí un par de días.
—Señora —dijo el mayordomo con gran respeto, presentándole a los sirvientes y sus responsabilidades. —Pero como ni el señor Lozano ni usted estarán aquí regularmente, ellas solo se encargarán de la limpieza y del mantenimiento del jardín, entre otras cosas.
Gabriela asintió ligeramente.
Para indicar que había entendido.
—Haré que preparen una habitación ahora mismo.
Dirigió hábilmente a los sirvientes.
Porque conocía perfectamente sus habilidades y qué tareas eran adecuadas para cada uno.
La mansión estaba perfectamente organizada.
—Señ