Gabriela la siguió obediente y sumisa.
Cuanto más obedecía ahora, más bajaba la guardia el delgado negro.
¡Desabrochándose el cinturón mientras instaba a Gabriela a desnudarse!
Gabriela respondió, desvistiéndose lentamente, sus ojos buscando algo para usar como arma.
Eran hierbajos o grava, y cuando vio un trozo de borde afilado, apto para un arma, estampó el pie en la hierba del suelo y dijo, "Los limpiaré y no me hará daño tumbarme después."
El delgado hombre se despreocupó y la elogió por ser cariñosa.
Gabriela dijo con una sonrisa correosa, "¿Por qué no te quitas la ropa y la pones en el suelo?"
"Vale."
Iba a quitarse la ropa de todos modos, y cuando la chica guapa lo dijo, por supuesto que el delgado se alegró.
Gabriela aprovechó la pausa en su desvestirse para agacharse y coger la piedra, aferrándola en la mano mientras se acercaba a Blackie y se la estrellaba contra la carótida, de donde manó sangre al instante.
El delgado gimió y maldijo, cubriéndose el cuello, "¡Puta, cómo te