"Tú, suéltame la mano." Gabriela forcejeó y susurró.
Rodrigo no la sueltó, envolvió la suave mano de ella en su palma y bajó la cabeza para besarla en la boca.
En el pasado Gabriela se habría resistido, pero esta vez estaba sorprendentemente tranquila y no le empujó.
¡Incluso cerró los ojos!
¡Nunca antes había ido a la tranquilidad de sentir el aliento de alguien y sentir la oleada de besos a su corazón como en este momento!
Sus besos eran suaves, apasionados y prolongados.
No pudo evitar hundirse.
Por primera vez Gabriela se mostraba tan sumisa, Rodrigo quería más y ya no se conformaba con besarse así.
Sus besos seguían profundizándose, intentando apoderarse de ella poco a poco.
Las yemas de los dedos le recorrieron la clavícula y le abrieron el cuello, los tirantes se deslizaron, a Gabriela se le heló el pecho antes de darse cuenta de lo que Rodrigo estaba haciendo y esquivó asustada como volvía del beso celestial. "No..."
Rodrigo tenía los ojos empañados, "Tú también lo has disfruta