A través del polvo que la capa gruesa hizo al cerrar la entrada súbitamente, una forma tomó forma frente a ella, tan de repente y tan enorme que al principio pensó que estaba viendo e imaginando cosas por la gravedad de su situación.
Pero de otra gran boca de la caverna emergió una criatura enorme e hinchada, como una especie de mancha que se movía sobre pequeñas patas como un milpies gigante.
Su parte superior rozaba el techo de la caverna, que debía de tener tres o cuatro pisos mínimo de altura. No tenía ojos, sólo una piel fina y casi translúcida.
Bajo la piel, unas formas vaporosas se desplazaban como humo café y gris, moviéndose alrededor del gigantesco animal globo, a veces presionando la piel como si intentaran escapar antes de volver a retirarse al interior, como tomando impulso en una carrera de velocidad.
Los desquiciados superiores se arrodillaron e inclinaron la cabeza con mucho más respeto que con el príncipe, mientras que los desquiciados soldados aplastaron el vientre