—¡Ay, cielo santo, Brennan! —le regaño su madre, mientras que Clarisse quiso enterrarse en el jardín.
—¿Cómo dices? —dudó Soren.
—Cómo oíste. ¿Te vas a casar o buscas que te haga café?
—Casi me da un infarto —expresó Rose con la mano en el pecho y el resto rio.
—Yo estuve a punto de tomarlo y salir corriendo —comentó Glen entre risas nerviosas.
—Eso no es de tu incumbencia, Brennan. ¿Por qué en vez de molestar a Soren no te quedas a mi lado a disfrutar de que estoy aquí?
—No, no. Tranquila, Clarisse —la detuvo alzando la mano—, está bien. Puedo entender lo que el jovencito intenta hacer —se acuclilló para quedar a su altura—. ¿Quieres negociar, hombrecito? Te aseguro que puedo presentar una buena oferta con la cual estarás de acuerdo.
—No lo creo. No tienes nada que yo quiera.
—Tengo a tu hermana —dijo con arrogancia.
—Puedo hacer que te bote.
—¿Por qué harías eso?
—Tienes cara de matón y no quiero que mi hermana ande con un mafioso —decretó, cruzándose de brazos.
Soren rio ante sus p