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El príncipe se dobló sobre sí mismo y la princesa saltó de su caballo para correr hacia él, sosteniéndolo para que desmontara. El Alfa y el Gamma ya se adelantaban para cubrir los flancos de sus hermanos. Los guardias montados se separaron en dos grupos para reforzar a los lobos apostados detrás de la multitud, impidiéndole dispersarse. Tea y yo nos aferramos una a la otra, horrorizadas.

—¡No te muevas de aquí! —me ordenó Ronda, precipitándose hacia el pozo.

Entonces dos cuchillos más volaron desde el sector occidental, directamente frente a nosotros, hiriendo el flanco del caballo del Gamma, que se encabritó con un relincho de dolor.

El Alfa desmontó de un salto y desenvainó su espada, de espaldas a sus hermanos, reteniendo a su gran semental negro de tal modo que les cubriera el flanco norte. El Gamma había desmontado también, dejando que su caballo se alejara espantado, y ayudaba a la princesa a sostener a su hermano.

La multitud intentaba desbanda

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