Capítulo 78 —El autómata
Narrador:
La mesa estaba servida para cuatro. Una cena formal, en un restaurante privado, con mantel de lino y copas de cristal que no hacían ruido ni cuando se chocaban. Nerón odiaba los lugares así. No por lo elegante, sino por lo predecible. Romina se sentó a su lado con naturalidad, como si ese lugar le perteneciera desde siempre. Llevaba un vestido rojo discreto, maquillaje suave y esa sonrisa que encantaba en las portadas de revista; perfecta, educada y cálida. Pero él no la miraba.
—Mis padres están encantados de que finalmente pudieras venir, Nerón —dijo ella, entrelazando suavemente los dedos con los suyos sobre la mesa.
Nerón no retiró la mano. Pero tampoco apretó.
—Me elegra mucho poder verlos —respondió, con voz amable pero distante.
El padre de Romina, un hombre de negocios con voz gruesa y presencia imponente, le hablaba de mercados, de fusiones, de jurisprudencia internacional. Nerón asentía, aportaba con precisión lo justo y necesario. Pero su