Finalmente llegó el día esperado, Gerald se despidió de Priscila.
—Te deseo mucha suerte, Gerald. Quisiera poder acompañarte, pero tengo que ir a la empresa.
—No te preocupes, estaré bien. Gracias por todo, Priscila. Si no vuelvo a verte, quiero que sepas que agradezco todo lo que me diste y no supe valorar. —Priscila sintió un nudo en la garganta e inmensas ganas de llorar, lo abrazó y él trató de no quebrarse.— ¿Puedo pedirte algo? —ella asintió— Cuida de mi madre, por favor —Priscila lo abrazó con mayor fuerza.
Gerald salió de la mansión y subió al taxi que aguardaba por él. Minutos más tarde, llegó al juzgado. Roberto fue a su encuentro y ambos entraron al imponente lugar.
—¿Estás listo? —preguntó, el abogado.
—¡Sí! —contestó sin dudarlo.
La sala estaba dispuesta para dar inicio a la Audiencia Preliminar. Gerald y su abogado caminaron entre las dos columnas laterales de asientos ubicados a cada lado de la sala para los testigos y el público. A pesar de tratarse de un caso alg