58. HARÉ LO QUE SEA NECESARIO
NARRADORA
—Su… Su majestad…
Los sacerdotes se inclinaron, mirando a través de la enorme cortina la silueta del hombre al otro lado, sentado en el sillón.
La figura del Rey Lobo siempre había sido rara.
Pero hace un tiempo estaba más extraño y misterioso que nunca.
—Habla —la voz fría se escuchó desde el interior, distorsionada y opresiva.
—Trajimos la lista de las candidatas a novias para el torneo de la Reina… espero que sean de su agrado…
El sacerdote extendió las manos con el pergamino, hasta con miedo de perderlas.
La túnica de seda, pegada a la espalda con el sudor frío corriéndole por la columna vertebral.
—¿Quién te autorizó a hacer un torneo?
Ni siquiera hizo falta que el Rey levantara la voz, se arrojaron al suelo temblorosos.
—Su… su alteza… usted me dijo que cada seis meses… yo pensé…
—¿Acaso te tengo aquí para pensar nada? —la temperatura iba bajando en la sala, parecía que una mano se cerraba en torno a sus cuellos.
Comenzaron a disculparse y a hacer reverencias como unos