204. NO TE ATREVAS A TOCARLO
SIGRID
Como si no supiese que ya le habían avisado desde que entré por las murallas.
— Solo deseo servirle con lo mejor, su señoría; tendría preparado su baño de rosas y la cena que le gusta —bajó un poco la cabeza, pero sus ojos agudos no podían dejar de desviarse al acompañante detrás de mi espalda.
— ¿Es un nuevo esclavo? —me preguntó al fin mientras me quitaba los guantes.
— Sí, quiero que le den alimentos, una buena y cómoda habitación y, ya que estabas tan preocupado, ordena preparar mis cosas —le ordené, dándole los guantes de cuero.
— Enseguida, señorita Electra —hizo una reverencia y lo vi como su rostro cambió a arrogancia, caminando hacia Silas.
— ¡Tú, ven conmigo al ala de los esclavos! —le rugió.
Daría órdenes para que mejorara la vida de los esclavos de Electra, pero no podía liberarlos aún o levantaría sospechas; por lo menos, se librarían del acoso de esta arpía.
Silas estaría mejor aquí que con Lucrecia, comería sus comidas, dormiría tranquilo y nadie lo iba a oblig